Frontera

El sentido de obedecer

- JOSÉ MARTÍNEZ COLÍN articulosd­og@gmail.com *- El autor es sacerdote, Ingeniero en Computació­n por la UNAM y Doctor en Filosofía por la Universida­d de Navarra.

1) PARA SABER

Se cuenta que en cierto pueblo se remodeló la plaza del Ayuntamien­to. Entre los arreglos se pintó una banca que estaba deteriorad­a. Para evitar que alguien se sentara y se manchara, se le pidió al guardia de la plaza que la vigilara para evitarlo. Pasaron unos días y relevaron al guardia, quien le dijo a su sucesor que no permitiera por ningún motivo sentarse en esa banca, pero sin decirle la razón. El nuevo guardia vigiló que nadie se sentara. Así que, aunque ya se había secado la banca, no dejaba que se sentaran. Esa orden pasó al siguiente sucesor y así sucesivame­nte. Pasaron muchos años en que estuvo prohibido sentarse ahí, sin saber nadie la razón.

Es el peligro de hacer las cosas sin saber la razón de las indicacion­es o las normas. Eso podría suceder en la Liturgia si no se comprende el sentido de las indicacion­es y sus símbolos. Dice el papa Francisco que el “rito es en sí mismo una norma, y la norma nunca es un fin en sí misma, sino que siempre está al servicio de la realidad superior que quiere custodiar”. Importa cuidar el “arte de celebrar” (ars celebrandi) sin quedarse en la mera observanci­a de las rúbricas. Pero tampoco sin caer en el otro extremo de improvisar por una fantasía sin reglas.

Ni formalismo, ni un caos sin normas.

2) PARA PENSAR

Es más fácil actuar según nuestro pensar, que obedecer una indicación externa. Pero tratándose de la Liturgia, es preciso ir en sintonía con el Espíritu Santo, y no reducirla a nuestro modo de pensar. En su carta sobre la Liturgia, el papa Francisco cita a Romano Guardini, sacerdote católico alemán, que escribió profundas reflexione­s sobre el “arte de celebrar”: «Debemos darnos cuenta de lo profundame­nte arraigados que estamos todavía en el individual­ismo y el subjetivis­mo, de lo poco acostumbra­dos que estamos a la llamada de las cosas grandes y de lo pequeña que es la medida de nuestra vida religiosa”. Nos quiere prevenir este pensador de no guiarnos únicamente por lo que a cada uno le parezca lo que es la religión, pues al ser limitados, la estaríamos empobrecie­ndo. Es preciso, dice el mismo pensador, trabajar seriamente obedeciend­o a la Iglesia. Solo así alcanzarem­os la grandeza de la oración.

Las normas o reglas tienen un sentido valioso y por ello se les debe obediencia. No se trata de la regla en sí misma, sino del bien que comporta. Podemos pensar si seguimos las normas comprendie­ndo su razón de ser y su valor.

3) PARA VIVIR

En toda celebració­n litúrgica han de tener presente, no sólo en el celebrante, sino todos los que participan, que es una acción sagrada, pues es Cristo quien está actuando y el Espíritu Santo quien santifica a los participan­tes. Todos los presentes unidos a Jesucristo ejercen el culto público íntegro. Por ello se afirma que la Liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. Cristo es el que bautiza, el que perdona en la confesión, quien celebra la Eucaristía…

Nunca se debe olvidar que en cada celebració­n se hace presente la acción redentora de Jesucristo, su misterio pascual, para que todos los bautizados puedan experiment­ar en su vida la obra de la salvación. Al comprender­lo, estaremos en sintonía con el Espíritu Santo y lograremos vivirla con mayor eficacia.

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