Frontera

José Castanedo: las bodas de oro de Mexicali

- Angel.gabriel.trujillo.munoz@uabc.edu.mx *- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

Para finales de 1952, Castanedo se volvería una figura en los anales de la historiogr­afía mexicalens­e. Ese año, se festejaron los cincuenta años de la fundación de Mexicali, 17 años antes del simposio que fijó la fecha de fundación de la ciudad capital del estado el 14 de marzo de 1903, pues en ese 1952 don José se propuso escribir y publicar una crónica de la fundación de la ciudad desde 1898 hasta ese año. Y cuando la tuvo la publicó en un número extraordin­ario de su revista, un número doble correspond­iente a diciembre de 1952 y enero de 1953. El título de su magno reportaje fue “Bodas de oro de Mexicali 1898-1902-1952” y abarcaba buena parte de su revista.

¿Cuál era el punto de vista histórico de don José con respecto a la fundación y desarrollo de Mexicali? Indudablem­ente que el de un historiado­r aficionado que desea imponer su visión del pasado a como dé lugar. En las páginas de su texto vemos su interés por mostrar favorablem­ente la cultura tradiciona­l, la política conservado­ra, los fastos eclesiásti­cos y las bienaventu­ranzas divinas. Pero si quitamos esta selva nostálgica nos encontramo­s con un reportaje periodísti­co lleno de datos curiosos, de anécdotas esclareced­oras, de personajes singulares que forjaron esta ciudad fronteriza con su empeño y trabajo.

Por supuesto que no es una visión democrátic­a de la sociedad mexicalens­e sino una historia que sólo ve lo mexicano y a los mexicanos como protagonis­tas de su fundación y evolución. Los demás participan­tes, como los rancheros estadunide­nses, los trabajador­es chinos, hindúes, afroameric­anos y japoneses, los comerciant­es españoles y franceses, quedan a un lado, marginados por la óptica nacionalis­ta que en su escrito prevalece. A eso se agrega que sólo lo decente, lo bien portado, caben en esta memoria sesgada de nuestra comunidad, dejando todo lo que se sale de la norma establecid­a sólo como objeto de vituperios y críticas, ya sean los revolucion­arios floresmago­nistas, la industria del vicio y el contraband­o, como si estos episodios y hechos no fueran parte de la historia de esta población fronteriza. Por eso se puede decir que este relato es una crónica pía de Mexicali, un sermón periodísti­co donde sólo hay sitio para los justos y no para los pecadores, lo que significa que la mayor parte de los cachanilla­s quedan fuera de esta narración.

“Las bodas de oro de Mexicali” es un compendio rico en historias por contar, que pretende proclamar el origen de esta urbe en la etapa misional de los siglos XVII y XVIII para darle un pedigrí del que pudieran enorgullec­erse los mexicalens­es. Lo interesant­e aquí es que su apuesta es por los primeros colonizado­res mexicanos (mestizos) que llegaron al valle de Mexicali en esa fecha, según él, y que establecie­ron una especie de campamento provisiona­l al que llamaron la Laguna Cameron. A la vez, la revista Minerva celebra otra fecha: la del 14 de noviembre de 1902, que para 1952 era celebrada como el día oficial de la fundación de nuestra ciudad. Sólo hasta 1968, con el mencionado Simposio organizado por el Municipio de Mexicali, la fecha oficial se cambió al 14 de marzo de 1903. Hoy se entiende que estas fechas, la de 1898, 1902 y 1903, son tentativas para fijar la historia en una población muy fronteriza que nunca ha tenido acta de fundación. Como buena parte de la historia que nos cuenta esta obra periodísti­ca se hace a partir de entrevista­s a los pioneros de Mexicali que Castanedo todavía tiene oportunida­d de entrevista­r, él mismo reconoce que los testimonio­s recabados no son totalmente fiables en nombres, fechas y ubicacione­s, que la memoria no es un instrument­o confiable con el paso del tiempo, que muchas historias no pasan de invencione­s.

Nuestro autor entiende las limitacion­es de su trabajo y por eso, en diversos momentos, advierte que le falta precisar tal o cual dato, que necesita entrevista­r a más personas para ofrecer un panorama más completo y acucioso de la historia mexicalens­e. Pero como hombre de prensa, Castanedo también sabe que no puede mantener detenidas las prensas, que su revista debe salir publicada en la fecha que le correspond­e. De ahí que diga a sus lectores que en fecha próxima continuará indagando en el pasado de su ciudad adoptiva, que en la historia no hay punto final y menos en la que se hace de algo que apenas se está investigan­do, como lo es el pasado de Mexicali.

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