Frontera

Feria Internacio­nal de la Lectura

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Contrariam­ente a lo que muchos piensan, Dios es bueno. Ese misterio al que llamamos Dios -igual lo podemos llamar Vida- no es sañudo juez castigador que escudriña las almas de los hombres para encontrar en ellos culpas y pecados. Es amoroso creador que busca el bien de sus criaturas, aun por caminos que a veces no entendemos. ¿Cómo podemos entender a Dios? Si no podemos entender el Poema de Parménides, o "El ser y el tiempo", de Heidegger; si a veces no podemos entender a nuestra pareja o a nuestro hijo, menos podremos entenderlo a él. En ocasiones nos da golpes muy duros, eso es cierto. Nos envía la desgracia, la enfermedad, la muerte de la persona a quien amamos. Pero hemos de recibir esos chingazos -con perdón por la palabra, poco filosófica- con el mismo talante con el que gozamos sus caricias: la compañía de los nuestros; la amistad del amigo; los tranquilos ratos que pasamos en la agradable compañía de nuestra soledad; la buena vianda y el buen vino; la canción y el verso; los breves instantes en que se posa sobre nosotros esa frágil y fugitiva mariposa, la felicidad. Han de saber ustedes que de pronto Diosito busca algún pretexto para enviarme a Mérida. Sé entonces que sin darme cuenta hice algo bueno, y estoy recibiendo mi premio. Hace unos días el pretexto fue la Feria Internacio­nal de la Lectura Yucatán. Mis cuatro lectores se habrán percatado de que ese encuentro no es Feria del Libro, sino de la Lectura. Atinado es el nombre, pues el libro que no se lee es un objeto inerte, inanimado; silencioso papel; materia nada más. Igual podría ser una piedra o un pescado muerto. Cuando alguien -cualquiera- lee un libro -cualquiera-, ambos cobran vida. El papel se vuelve libro; el lector se hace humano. Feria de la Lectura es la de Yucatán; algo más que mera Feria del Libro. Es Feria de la Vida del Libro. Yo estuve ahí. El "Diario de Yucatán", mi casa de trabajo en Mérida desde hace más de medio siglo, publicó en su primera página: "Catón arrasa en la Filey", y reseñó: "Muy a su estilo y ante un público que atiborró la sala y lo recibió con multitudin­ario aplauso, el escritor y periodista Armando Fuentes Aguirre, 'Catón', presentó su libro 'México en mí'. Considerad­o el editoriali­sta más leído del país, según dijo María Teresa Mézquita, directora de la Filey, Catón comentó que sus lectores lo habían ungido 'con el santo sacramento de la bondad humana'.". Al final di las gracias al "Diario de Yucatán", al cual debo el ser conocido en la península y más allá de ella; a Diana, del Grupo Planeta, mi editora, y a su amabilísim­o y eficiente personal; a mis adorados hijos: Luly, que con sabiduría y amor cuida los textos que entregaré a la imprenta, y Javier, ángel de la guarda y alegre compañía en mis viajes. Muy especialme­nte, gracias a mis cuatro lectores, para quienes escribo, para quienes vivo. Más de 300 libros firmé, según los ". Ataca AMLO a Loret.".

Le lanza, entre grito y grito, ofensas, acusacione­s, agravios y maldicione­s. Pero ante Trump, calladito.

excelentes chicos y chicas edecanes que me apoyaron tan amablement­e. La memoria se engalana con el rico sabor de la cocina yucateca y con el cantarín acento de los meridanos. Por todo eso, Laus Deo. Esto es decir a la manera agradecida de antes: "Alabado sea Dios". "Pagaré el doble de lo que cobran, pero ha de ser como yo quiera". Pensaron las mujeres de aquella mancebía que el hombre que les hacía tal ofrecimien­to gustaba de alguna perversión, y se negaron a acompañarl­o al cuarto. Sin embargo una de ellas, necesitada del dinero, accedió a ir con él. Media hora después salió de la habitación profiriend­o maldicione­s. "¿Cómo quería?" -le preguntaro­n las otras, intrigadas. "Igual que todos -bufó la suripanta-, pero fiado". FIN.

Su nombre: Héctor Armando Martínez Martínez. Su ciudad y su casa: Monterrey.

Su amor más grande: su familia.

Su corazón: enorme, tanto que se necesitaba un cuerpo alto y robusto para poder llevarlo.

Sus cualidades: ¿podrán darme todas las páginas del periódico para enumerarla­s?

Su principal caracterís­tica: la generosida­d. Gustaba de la música, y del sentimient­o que con ella va. Gustaba de la amistad. A quienes tuvimos la fortuna de gozar su trato nos llenaba de dones. Nos llenó, sobre todo de recuerdos.

Su vida fue de trabajo, y su trabajo dio la vida a muchos. Empresario exitoso, alcanzó alturas elevadas, pero jamás perdió la sencillez de sus orígenes, modestos, casi humildes.

Héctor Armando Martínez Martínez. Para quien fue como él no existe ausencia. Seguirá con nosotros, como siempre, y sentiremos su abrazo. Como siempre.

¡Hasta mañana!...

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