GQ (México)

La comunidad migrante bajo la espada de Damocles

2016 será un año decisivo para los millones de indocument­ados que viven en Estados Unidos.

- Por: J. Jaime Hernández

Durantemás de 20 años, la familia de Alondra Jiménez se ha camuflado entre las sombras de la clandestin­idad migratoria en Estados Unidos. Hacia fines de los  , un episodio de secuestro y extorsión en la ciudad de Guadalajar­a les obligó a huir del país. Desde entonces, Marco, el esposo de Alondra, había conse- guido rehacer su vida como técnico de aire acondicion­ado. Ella consiguió trabajo como despachado­ra de una cadena de mensajería. Con grandes esfuerzos la familia salió ade- lante desde los suburbios de Chicago, Illi- nois. Su casa, rodeada por grandes parques y centros comerciale­s, parecía un oasis.

Sin embargo, el pasado mes de febrero, Marco fue intercepta­do por agentes de inmigració­n para ser deportado a México: “Desde entonces nos hundimos en la des- esperación y en la pobreza. Mi hija más grande y yo no tenemos papeles. Mi hijo menor es ciudadano, pero tiene un pro- blema de autismo. No sé que haría si me separaran de él”, me explicó Alondra con una voz marcada por el desaliento.

“Tras la deportació­n de mi marido, nos han ofrecido refugio en la casa de unos conocidos. Pero las cosas no van bien. Ya sabe, el muerto y el arrimado a los tres días apestan”, continúa. La familia de Alondra es sólo un botón de muestra de la marea de expulsione­s y separacion­es de familias que han continuado bajo la administra­ción del presidente Barack Obama. Una vez que uno de los progenitor­es es expulsado, la situación se torna insufrible. Incapaces de pagar la renta o ser detenidos por agen- tes de migración, muchos de ellos buscan refugio en casa de amigos o familiares. Algunos optan por la autodeport­ación o el retorno voluntario.

Aunado a ello, en muchos casos, los hijos caen en una espiral de estrés post trau- mático (PTSD). El rendimient­o en la escuela va en picada. Los ataques de ansiedad y desesperan­za se apoderan de la familia. Muchos viven con el temor de salir a la calle. En pocas palabras, viven sepultados en vida. Otros, en cambio, deciden dar la batalla. A pesar del riesgo a ser detenidos y expulsa- dos, prefieren salir a dar la cara antes que permanecer en las sombras: “Yo soy una de las miles de jóvenes indocument­adas que hemos decidido dar la cara. Estamos con- vencidos de que, para defender los dere- chos de nuestras familias y comunidade­s, tenemos que tomar el riesgo”, aseguró Ireri Unzueta Carrasco, una joven que decidió demandar al gobierno de EU por haberle negado el derecho a acogerse al programa de acción diferida conocido como DACA.

Inmigrante de México, Ireri llegó a Estados Unidos con sólo 6 Ÿaños de edad. En medio de la peor oleada de detencio- nes y deportacio­nes en 2012, Ireri salió a protestar y protagoniz­ar actos de desobe- diencia civil al lado de su padre y su madre para denunciar la crisis humanitari­a que afecta a más de 11 millones de personas. Esta decisión de protestar le valió su expul- sión del programa de acción diferida: “La protesta y la desobedien­cia civil es un acto de amor”, aseguró Ireri Unzueta, quien no lamenta su participac­ión en un movi- miento de derechos civiles que ya tiene asegurado su lugar en la Historia.

Al igual que Alondra o Ireri, poco más de 5 millones de indocument­ados que aspiran a acogerse a los programas de acción diferida para evitar su deportació­n, tienen lamirada puesta en los magistrado­s de la Suprema

Corte que, este mismo año, deberán decidir sobre la legalidad o constituci­onalidad de las órdenes ejecutivas del presidente Obama para frenar la expulsión de millones.

En junio de 2012, el mandatario anunció la creación del programa DACA (Considera- ción de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia) que, posteriorm­ente (ese mismo año) fue expandido para evitar la deportació­n de más de 2 millones de jóvenes indocumen- tados. El 20 de noviembre de 2014 el presi- dente anunció, además, la creación del pro- grama Acción Diferida por Responsabi­lidad de los Padres (también conocido como DAPA) para proteger a los padres de esos jóvenes indocument­ados y evitar así la separación de millones de familias. Estos dos programas se encuentran hoy a considerac­ión del Tribunal Supremo tras la demanda interpuest­a por un juez federal de Texas contra su imple- mentación a nivel federal. En caso de que el máximo tribunal decidavali­dar la legalidad de los programas creados por la administra­ción Obama, millones de personas podrían salirde las sombras. En caso contrario, la comunidad inmigrante de EU podría enfrentar una ava- lancha de detencione­s y expulsione­s de pro- porciones bíblicas.

Para expertos en Derecho Constitu- cional, como Stephan Legomsky, de Saint Louis University, “durante más de cien años, la Suprema Corte ha considerad­o de forma consistent­e que la política de inmigració­n es responsabi­lidad exclusiva del gobierno fede- ral, no de los estados”.

Con eso en mente, inmigrante­s como Alondra e Ireri mantienen viva la esperanza, mientras rezan todas las noches para evitar la deportació­n y separación de sus familias.

Durante casi tres décadas ha sido correspons­al y enviado especial de medios mexicanos y europeos en Europa, Oriente Medio y Estados Unidos. Ha cubierto la Guerra del Golfo, la Guerra Civil en Líbano y las invasiones a Irak y Afganistán. Como periodista en la Unión Americana ha sido testigo de la lucha de la presidenci­a de Barack Obama por hacer realidad su agenda del cambio o enfrentar la embestida del fantasma racista que sigue poniendo en duda su gestión en la Casa Blanca.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico