GQ (México)

HOTEL ALAIA / Pichilemu, Chile

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Tiene seis módulos, cada uno con dos habitacion­es, todas y cada una de ellas con vista al mar. Igual que sus pasillos y zonas de estar. Hotel Alia, en Pichilemu, es un refugio cálido y minimalist­a que existe en torno al mar.tal como existen los surfistas que, cada año, vienen hasta esta localidad costera de la Sexta Región en busca de una de las olas más grandes del mundo en la Punta de Lobos, Reserva Mundial del Surf. Nicholas Davis –uno de los dueños de Hotel Alaia junto a Paulina Catafau– visitó la zona para ayudar en 2010 tras el terremoto grado 8,8 en Escala de Richter que sacudió a Chile por cuatro minutos y generó un tsunami en parte de la costa. En aquella ocasión se conectó con Pichilemu y se maravilló. Años después, junto al arquitecto Nicholas Pfen- niger, creó un espacio a partir de materiales nobles como madera y piedras. Su interior está integrado por piezas de mimbre, pieles de oveja y, por supuesto, tablas de surf, una decoración acogedora y precisa a cargo la propia Paulina Catafau. Alaia –su nombre viene de las primeras tablas que se usaban en la Polinesia para desplazars­e sobre las olas– se integró armoniosam­ente en su paisaje. A la par de este refugio marino, su restaurant­e ha ido de boca en boca. Los chefs Rolando Chávez y María José Bastarrach­ea, quienes también son los administra­dores de este hotel inaugurado en 2014, manejan una gastronomí­a consciente, con ingre- dientes muy frescos, donde su cocina se abastece en 100 kilómetros a la redonda, una verdadera bendición consi- derando los alrededore­s de mar y valle. El bar, además de una cuidada selección de vinos clásicos, tiene una buena variedad de cocteles, donde destacan los de autor.

Hay actividad dentro y fuera del mar: clases de surf, de stand up paddle, paseos a las viñas vecinas, masajes de relajación; se puede usar el bowl de skate o el boulder de escalada. Quizás sumergirse en el hot tub con vista, o tomar la primera clase de yoga de la mañana. O tal vez sentarse en el bar, esperar el atardecer en la terraza, beber un Carménère del vecino valle de Colchagua y terminar ahí, viendo al mar, el que dio origen a toda esta experienci­a.

hotelalaia.com

Habitacion­es dobles desde alrededor de 170 USD

Un refugio cálido y minimalist­a en torno al mar.

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