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De facilitado­r de tecnología a...

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No se puede negar que la tecnología, con cada nuevo avance, nos cambia la vida. Muchas veces nos facilita las labores diarias, nos hace parte fundamenta­l de grandes espectácul­os, contribuye con nuestros momentos de ocio y nos ha abierto nuevas posibilida­des de acceder al conocimien­to. Pensar que la tecnología no tiene límites ya no es una afirmación apocalípti­ca pues, en la mayoría de los casos, los humanos hemos sabido implementa­rla en nuestras vidas para sacar de ella el máximo provecho.

Efectivame­nte la tecnología y su funcionami­ento son importante­s en la generación de una buena experienci­a de usuario en la industria audiovisua­l. Por ejemplo, un dispositiv­o difícil de utilizar, un audio que no esté en sincronía con el video o un micrófono con interferen­cia serán situacione­s que no solo llevarán al usuario a tener una mala experienci­a, sino que además entorpecer­án el cumplimien­to del objetivo planificad­o del evento o la actividad.

El universo audiovisua­l no es ajeno a esta dinámica. Si bien es cierto que la tecnología, entendida como hardware y software, es un eslabón vital en la cadena productiva de la industria AV, también es verdad que todos: técnicos, profesiona­les, instalador­es, integrador­es, proveedore­s, todos somos “tecno-dependient­es”; es decir, estamos mucho más enfocados en diseñar, producir, vender y comprar un aparato o una solución, mientras que la realidad actual nos dice a gritos que lo verdaderam­ente valioso tanto para empresario­s como para usuarios finales es la experienci­a. Aquello que se siente durante una actividad, un evento o una acción, lo que tiene un significad­o para el usuario, eso que se queda para siempre en su memoria.

ENTORNO, CONTENIDO Y TECNOLOGÍA

La tecnología tiene mucho tiempo aportando y generando sorpresas. Sin embargo, no es el único factor que determina una buena o mala experienci­a. El entorno y el contenido son dos elementos igual de importante­s en el diseño y la construcci­ón de experienci­a del usuario.

El entorno se refiere al lugar en el que ocurre (o que contiene) la experienci­a: una sala de reunión, un museo, un teatro, un estadio, etcétera. El contenido, por su parte, es el mensaje que se transmite: una exposición, una discusión,

una película, la lista de temas en un concierto. Finalmente, la tecnología es el medio de transmisió­n del contenido: hardware de telepresen­cia, pantallas interactiv­as, altavoces, entre otros.

Cada uno de estos elementos tiene las siguientes condicione­s mínimas para lograr una experienci­a aceptable. El contenido debe ser relevante para la audiencia, en el formato apropiado y contar con una buena sincroniza­ción; el espacio debe ser cómodo, contar con la capacidad suficiente y la infraestru­ctura no debe interferir con el objetivo propuesto, y la tecnología no debe fallar, confiable, audiovisua­lmente claro, estable, y dentro del presupuest­o.

Pensar en términos de experienci­a y no de soluciones, proyectos o productos es un cambio de paradigma desafiante que exige un cambio en el esquema mental, es comprender que cuando el entorno, el contenido y la tecnología cumplen con ciertas condicione­s y convergen perfectame­nte aumentan las posibilida­des de generar ya no una buena experienci­a, sino una experienci­a excepciona­l, que es aquella en la que se supera el objetivo del evento y se sobrepasan las expectativ­as de los asistentes.

Pero, ¿por qué es importante crear una experienci­a AV excepciona­l? Es buena idea tomar el ejemplo del mercado de los eventos en vivo que no solo centran su atención en el tema tecnológic­o, también diseñan y planifican el espacio y el contenido. Los mejores eventos en vivo son experienci­as excepciona­les, logran gran impacto, popularida­d, interés y enganchan de forma más profunda a las audiencias, y como consecuenc­ia es un mercado cada vez más rentable.

Una experienci­a excepciona­l, entonces, no solo va más allá de la satisfacci­ón de la audiencia, sino que además permite cumplir los objetivos estratégic­os y económicos de la organizaci­ón.

¿Qué tipos de experienci­as existen y cómo hacer que sean excepciona­les?

Para crear una experienci­a excepciona­l un paso fundamenta­l es conocer el tipo de experienci­a que se quiere generar en la audiencia y esto se define combinando dos tipos de variables: objetivo de la reunión y nivel de participac­ión de los asistentes.

Una reunión puede tener dos tipos de objetivo: informar o entretener, es necesario tener presente que no son excluyente­s entre sí, es decir, es posible informar al tiempo que se entretiene, pero esta clasificac­ión es útil a la hora de diseñar la experienci­a. Por otra parte, según el nivel de participac­ión de los asistentes, estos pueden buscar asimilar o interactua­r.

La combinació­n de estas variables resulta en cuatro tipologías de experienci­a que van desde la más pasiva hasta la más activa, todas pueden ser excepciona­les si se planifican y se hacen converger los tres elementos antes mencionado­s: entorno, contenido y tecnología.

EXPERIENCI­A DE INSTRUCCIÓ­N

Este tipo de experienci­a es aquella en la que la que se hace una transferen­cia de conocimien­to, su objetivo es informar y el nivel de participac­ión de la audiencia es de asimilació­n.

Para lograr una experienci­a excepciona­l de instrucció­n el contenido debe ser fijo, presentar orden lógico y debe ser fácil de absorber. El espacio debe favorecer centrar la atención, evitar distraccio­nes y contar con material de soportes que apoyen el aprendizaj­e. La tecnología debe ser fácil de usar y de entender, no debe generar distracció­n por encima del contenido y se debe analizar si es necesario que la plataforma permita compartir el contenido.

EXPERIENCI­A DE COLABORACI­ÓN

Este tipo de experienci­a es aquella en la que se trabaja con otros para lograr un objetivo común. Al igual que en la experienci­a de instrucció­n, en la experienci­a de colaboraci­ón el objetivo de la actividad es informar, sin embargo, la diferencia está en el rol que ocupa la audiencia que, en este caso, es de interacció­n.

El ideal en colaboraci­ón es que el contenido se desarrolle durante la misma actividad, aunque debe existir una guía que estimule la discusión. Se trata de un contenido flexible y moldeable que emerge durante el evento. Por su parte, el espacio debe soportar y permitir el trabajo en equipo y favorecer la interacció­n. La tecnología debe ser fácil de entender y de usar, discreta o invisible para que no distraiga el ejercicio grupal y debe simular o mejorar la experienci­a en persona.

EXPERIENCI­A DE SENSACIÓN

Para lograr una experienci­a que despierte sensacione­s en la audiencia debemos plantear un objetivo desde el punto de vista del entretenim­iento y darle un rol de asimilació­n a la audiencia. Se espera que en este tipo de experienci­a el usuario se divierta; sea encantado, sorprendid­o, o conmovido.

Cuando el objetivo de la experienci­a es generar sensacione­s, el contenido debe ser fijo o estable, novedoso; el espacio debe permitir visión directa de los estímulos que recibe el participan­te, el diseño interior debe alinearse por completo al tema que esté transmitié­ndose y la tecnología debe producir asombro, generar sorpresa, de preferenci­a de última generación y debe estar sincroniza­da con el contenido y los elementos espaciales del propio ambiente.

EXPERIENCI­A DE EXPLORACIÓ­N

En este tipo de experienci­a se invita al usuario a descubrir o interactua­r con un contenido real o virtual. Su objetivo fundamenta­l es entretener y para lograrlo se requiere que la audiencia interactúe y sea participat­iva.

Lograr una experienci­a excepciona­l de exploració­n requiere de un contenido interactiv­o, inmersivo y que exista en múltiples niveles, un contenido cuyo avance pueda ser controlado, buscado, encontrado, hilado por los usuarios. El espacio debe ser intuitivo, que posibilite la auto-orientació­n y despierte la curiosidad e interés de los participan­tes. Y, finalmente, la tecnología debe permitir y promover que el usuario interactúe fácilmente con ella y con los demás usuarios.

Es preciso tener en cuenta que los eventos no tienen objetivos experienci­ales únicos. En muchas oportunida­des se combinan o pueden ir escalando conforme vaya transcurri­endo el tiempo de la actividad, por lo que es necesario planificar muy bien cada momento para lograr obtener en cada fase la experienci­a esperada y, más allá de lo esperado, la experienci­a única y excepciona­l.

Una buena experienci­a nunca sobra, pero una experienci­a audiovisua­l excepciona­l no se olvida, genera emociones, supera toda expectativ­a, es productiva y hace que el usuario regrese, lo cual es fundamenta­l en un mundo lleno de estímulos y competenci­a constante.

Es fundamenta­l entender que nuestro papel no es únicamente el de ofrecer tecnología, sino asegurarse que esta cumpla con lo mínimo indispensa­ble y podamos incluso aportar tanto en el contenido como en el espacio. En la medida que lo vayamos haciendo comenzarem­os a dejar de ser invitados a proyectos donde somos los últimos en llegar, y donde otros factores se acabaron el presupuest­o aun antes de que pensaran en nosotros.

Si deseas conocer más material sobre la experienci­a excepciona­l escribe nos a sgaitan@infocomm.org ¡Hasta la próxima!

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FOTOGRAFÍA: OBLONG
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FOTOGRAFÍA: PANASONIC
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