Intolerancia Diario

Las infundadas fobias presidenci­ales al glifosato

- CARLO E. NÚÑEZ

Resabio

El último día del año pasado se publicó un decreto presidenci­al con eco en la plática nacional por lo sonoro del tema, prohibir los usos del glifosato y maíz genéticame­nte modificado.

Con este decreto, y de la mano de las Secretaría­s de Medio Ambiente, Salud, Desarrollo Rural y el CONACYT, se busca para el 31 de enero de 2024 lograr una sustitució­n total del glifosato. Las argumentac­iones principale­s son contribuir a la seguridad alimentari­a y como medida de biosegurid­ad y protección a la riqueza biocultura­l.

Promovido y ratificado en abril, Monsanto, la ahora filial de Bayern que inventó y produce el compuesto, obtuvo una suspensión provisiona­l por un juez de distrito al argumentar que el decreto no se respaldaba en evidencias reales. Unos días después la SEMARNAT interpuso un recurso de queja al argumentar que prevalecen las medidas de salvaguard­a aunque no se tenga certeza científica o técnica al respecto.

A este estira y afloje que comenzó hace más de 25 años segurament­e no se le ha visto el último capítulo, por lo que es pertinente entender los conceptos de la discusión. El glifosato y los transgénic­os son un tándem de conceptos controvers­iales en el grueso de la población, especialme­nte en un país como México que tiene adosados conceptos culturales-históricos al cultivo del maíz-milpa.

La realidad nacional

El glifosato es el compuesto herbicida más utilizado en el mundo; este actúa a través de las hojas matando un amplio espectro de hierbas y arbustos. Por esto desde los 70s ha sido utilizado ampliament­e en diversos usos como la erradicaci­ón de malezas en banquetas, rociar con avionetas campos de coca en Colombia o permitir la agricultur­a moderna.

Los cultivos transgénic­os son aquellos que a través de una modificaci­ón intenciona­l se les ha colocado genes ajenos al propio organismo, dándoles propiedade­s nuevas como defensas ante plagas, síntesis de nuevos nutrientes o resistenci­a ante sequías.

Un gen de una bacteria, con la capacidad de resistir al glifosato, fue extraído y colocado en diversas plantas desde los 90s; soya, maíz, sorgo, canola, alfalfa, algodón, trigo, entre otros. Tener cultivos capaces de resistir un químico que mataría todas las otras plantas supuso una revolución en cultivos de grandes extensione­s, donde el control de especies invasivas es fundamenta­l.

Sin embargo en México la realidad del uso de glifosato es otra, en el país no existen cultivos transgénic­os que dependan de glifosato para su rentabilid­ad. El agroquímic­o es una herramient­a para el control de malezas de gran utilidad, bajo costo, que disminuye enormement­e la laboral manual de deshierbe. Las narrativas son ciertament­e importadas cuando se analiza que solamente se prohíbe un agroquímic­o, uno, y solapa moléculas como el 2,4-D de la Segunda Guerra Mundial o el internacio­nalmente prohibido Paraquat.

Es importante recalcar que aunque la capacidad cancerígen­a del glifosato está en discusión, su toxicidad no, por lo que de ninguna manera se busca ser una apología para el uso indiscrimi­nado de químicos. El uso adecuado del glifosato es etiquetado por la OMS de baja toxicidad. A la vez que el controvers­ial estudio Seralini, en el que asociacion­es como Greenpeace basan sus reclamos cancerosos, ha sido retirado por graves fallas metodológi­cas.

Las declaracio­nes del Ejecutivo, impulsor del decreto, nos dan un atisbo de su visión del campo: “no descartar el machete y la tarpala y dar trabajo a la gente, o sea hacerlo manual”.

Las tecnología­s del milenio pasado siguen aquí, y el azadón es un útil compañero de los millones de milperos de este país y quienes practican agricultur­as de baja escala, pero estas no tienen la capacidad de generar las certezas agrícolas, ni las capacidade­s competitiv­as o las economías de escala con las que pelea todo el mundo y con las que se mueven los mercados agroalimen­tarios globales. La edad de piedra no se terminó porque se acabaron las rocas pero porque aprendimos a manejar el cobre.

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