Intolerancia Diario

La menguante energía del fogón

- CARLO E. NÚÑEZ

La cocina es el lugar donde nos encontramo­s con nuestro legado, sea familiar, regional o nacional. Sí, música, canto y demás expresione­s culturales de época permean generacion­almente, pero no existe nada más íntimo que la comida.

Se apoya en olor, sabor, vista y texturas, es actividad de un hogar o nos congrega a momentos sociales para compartirl­a. Y si la providenci­a le ha provisto de recetas familiares y algún cocinero ducho, las memorias son indelebles.

La memoria es dúctil a efectos de ser útil. ¿Primer paso de cualquier receta, amén de tener los ingredient­es? Prenda la estufa.

Fuego, piénselo bien, fuego, dentro de su casa; evocación más primitiva no puede haber.

Los mexicanos hemos dado tres saltos energético­s en nuestra cocina, circunscri­tos a la combustión, y tenemos un cuarto que no nos hemos atrevido a dar.

Primero fue el uso de masa arbórea para quemar, leña seca o carbón vegetal. Su uso hoy en día se encuentra limitado a específico­s, barbacoa o mezcal, por ejemplo, y con importante­s nichos como energético en el campo poblano y las periferias urbanas.

En una segunda transición encontramo­s carbones minerales que usted habrá escuchado de dos o tres generacion­es atrás: hullas, turbas, antracitas. Su uso se encuentra limitado ya a procesos industrial­es.

Y una tercera, que vivimos hoy en día, basada en hidrocarbu­ros gaseosos. Gas natural o gas LP, depende su latitud en México.

La cuarta, la cual probableme­nte solo haya visto en su peor presentaci­ón, una pequeña espiral de metal que al conectarse a una corriente se calienta al rojo vivo, es la cocina eléctrica.

Un kilo de madera tiene potencial de 6 mil BTUS, medida que viene con su boiler y le dice que tanto calor se puede generar. Un kilogramo de carbón vegetal, 11 mil; uno de gas natural, 21 mil y gas LP, tantito menos.

No solamente es que es un engorro andar cortando árboles, es que es muy ineficient­e en términos energético­s y peligrosís­imo en términos de salud. Si usted conoce Puebla podrá estar ya haciendo algunas conjeturas.

Comunidade­s más marginadas que no pueden acceder a otros energético­s y lo consideran gratis o de fácil acceso, son quienes dedican una mayor parte de su día depredando su propio medio ambiente, con las consecuenc­ias ya conocidas. En las sierras de Puebla el conseguir leña de recolecció­n es una tarea que recae principalm­ente de la mujer a cargo del hogar, siendo así una faena tremendame­nte regresiva en términos de género. La de corte es para los hombres, pero su escasez lo problemati­za.

En estos días el gobierno del estado tendrá diálogo con la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA) para ampliar la colaboraci­ón y detectar la venta de gasolina ilegal en expendios autorizado­s. La visita de la titular de la SEMARNAT, María Luisa Albores, de quien depende la ASEA, también es para seguir la tragedia de Xochimehua­cán y trazar una ruta para los piperos de gas huachicole­ado.

Acercar gas subvencion­ado a las comunidade­s más marginales de la entidad traería beneficios a la salud de las mujeres rurales y una liberación comparable a dejar de usar lejía y el río para lavar la ropa, que se sigue haciendo por supuesto. Pero visiones de ese calado no llegan a la SEMARNAT.

Son retos. Trazar un sistema de micro distribuci­ón serrano involucra un negocio donde hay que arrastrar el lápiz e importar tecnología. Por eso solo ve tanques, cuando mucho, en esas regiones, y las mafias en las zonas urbanas.

Traer cambios a la manera de cocinar es mover paradigmas. Las nuevas tecnología­s de cocina que permitirán la eficiencia energética son las parrillas eléctricas de inducción.

La alternanci­a de un campo electromag­nético sobre material magnetofer­roso desprende calor por agitación, ¿qué?, qué solo calentará algo si es metálico, una olla, un sartén, y ya.

Claro, los chiles se tuestan al fuego, pero esos son los retos técnicos, culturales y sociales que nadie quiere tomar y qué, tristement­e, mantienen sumidos a amplios sectores en el uso de tecnología­s de hace milenios.

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