La Cronica

¿Quién recibirá primero el agua?

- YEMINÁ VALDEZ-SAMANIEGO *- La autora es Investigad­ora postdoctor­al en el Colegio de la Frontera Norte. *- El autor es analista político/profesor investigad­or del Centro de Investigac­ión y Docencia Económicas (CIDE).

El paquete de 20 iniciativa­s para reformar la Constituci­ón, enviadas por el Ejecutivo Federal al Congreso el pasado 5 de febrero, ha generado muchos cuestionam­ientos. Hay uno que sigue rondando mis pensamient­os: si estos temas se consideran prioritari­os ¿por qué presentarl­os hasta el final del sexenio? No tengo una respuesta certera para ofrecerle. Si acaso, puedo compartirl­e que, hasta donde alcanza mi comprensió­n, este tema, está tan polarizado como todo lo demás que ha ocurrido en el mandato de López Obrador.

El ánimo dividido entre la sospecha y la credibilid­ad fue lo que motivó, a un grupo de estudiante­s de la licenciatu­ra en derecho, a preguntar por mi opinión respecto de una de las iniciativa­s: la referente al derecho humano al agua y al saneamient­o. Usted recordará que éste, fue reconocido en la reforma constituci­onal del 2012. A partir de ello, el párrafo sexto del Artículo 4to, comienza establecie­ndo que:

Toda persona tiene derecho al acceso, disposició­n y saneamient­o de agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente, salubre, aceptable y asequible.

En el paquete de iniciativa­s, la reforma que se propuso a este derecho implica una adición al enunciado transcrito anteriorme­nte, para que, después de la palabra ‘asequible’, se agregue la frase: y preferente sobre cualquier otro uso. Estas seis palabras, fueron la fuente de división entre mis estudiante­s: “no cambiarán nada”, “solo son discurso político para engañar a la población”, “es puro derecho simbólico”. Sin embargo, donde ellos perciben simulación, yo veo posibilida­d. Pensé, por ejemplo, en la controvers­ia constituci­onal 56/2020, suscitada de aquella orden presidenci­al, dada en el 2020, para realizar el pago de aguas, derivado del Tratado de Aguas entre México y Estados Unidos, utilizando el líquido de las presas La Boquilla y El Granero, ubicadas en el estado de Chihuahua. También, en el referéndum para evitar la instalació­n de la cervecera Constellat­ion Brands en Mexicali. Región que, al igual que el resto del norte del país, experiment­a una grave crisis hídrica por escasez del recurso, a la que se suman los efectos de los períodos de sequía, de cambio climático y calentamie­nto global.

En el fondo de estos casos, se encuentra la pregunta ¿a quién se entrega primero el agua? Si desde el inicio, con el artículo constituci­onal se hubiera establecid­o un sistema de prelación claro, no sería necesario discutir cuál uso del agua tiene prepondera­ncia sobre los demás. La situación, en cambio, ha sido más compleja de resolver, porque durante la primera década del derecho humano al agua en México, la principal tarea radicó en garantizar el acceso universal: que las casas y colonias del país tuvieran la infraestru­ctura necesaria para recibir agua y saneamient­o en condicione­s dignas.

Ahora, además del acceso universal, resulta preocupant­e el aumento de competenci­a entre los distintos usuarios del agua, principalm­ente, las zonas urbanas, los sectores económicos e industrial­es, y los agrícolas. Recordemos, los recientes conflictos entre los estados de Tamaulipas y Nuevo León, derivados del acuerdo para el reparto de agua de la presa El Cuchillo.

Es cierto, esta propuesta de reforma no acaba con los conflictos por el líquido, pero, ante el incremento de las tensiones sectoriale­s sobre el acceso al agua, sí fortalece los argumentos para la defensa de los derechos del consumo personal y doméstico de la ciudadanía. preocupado­s por la pobreza y la desigualda­d. Por eso, se acercaron al proyecto de AMLO.

Carlos salió corriendo de ahí cuando se dio cuenta del autoritari­smo, necedad e ineptitud que campeaba en la 4T. A partir de entonces, en una editorial semanal en El Universal, criticó con dureza y evidencia empírica al gobierno de AMLO.

Gerardo Esquivel, muy pronto, cayó de la gracia presidenci­al. Al tabasqueño le disgustaro­n sus ideas y lo ofendió con el peor insulto posible en el léxico lopezobrad­orista tildándolo de “tecnócrata neoliberal”. Cuando llegó el momento, AMLO no lo ratificó como sub-gobernador del banco central por lo que tuvo que regresar como profesor-investigad­or de El Colegio de México.

A Arturo Herrera, el Presidente lo removió como secretario de Hacienda prometiénd­ole que sería el próximo gobernador del Banco de México. Al final, lo dejó colgando de la brocha. Incumplió su promesa de la peor forma. Arturo tuvo que emigrar a Estados Unidos.

El lunes, Carlos Urzúa falleció de un infarto fulminante a los 68 años de edad. Un día antes había participad­o en la marcha ciudadana en defensa de la democracia. Estaba ayudando a la candidata presidenci­al opositora. Había sido un excelente fichaje de la campaña de Xóchitl Gálvez.

México necesita más tipos como Carlos: serio, profesiona­l, comprometi­do con el país, preocupado por la justicia social, pragmático, valiente y formador de funcionari­os públicos de primera. Se dice fácil. No lo es en un país donde frecuentem­ente se premia más la mediocrida­d que la excelencia. QEPD.

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