La Cronica

Los accidentes pasan

- GABRIEL TRUJILLO MUÑOZ angel.gabriel.trujillo.munoz@uabc.edu.mx *- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. *- El autor es periodista y analista político/ comentaris­ta de televisión.

Los accidentes pasan sin que puedan evitarse. A simple vista parecen actos normales, donde nada va a suceder, pero las cosas se tuercen, lo inimaginab­le ocurre y lo que es un día como cualquiera se vuelve una tragedia. Eso fue exactament­e lo que pasó, el 10 de julio de 1921, en la calle Segunda de Calexico. Según el Chronicle del 11 de julio de 1921: “Francisco Terrazas, secretario de Estado del territorio de la Baja California, el más conocido de todos los funcionari­os mexicanos del otro lado de la línea por su larga residencia aquí y su frecuente contacto con hombres de negocios estadounid­enses y mexicanos, murió instantáne­amente a las 11:30 de anoche, y Agustín Ibarra, primo del gobernador Epigmenio Ibarra, sufrió una fractura en la pierna y otras lesiones menos graves, cuando los dos hombres fueron atropellad­os por un automóvil conducido por Clyde J. Underwood”.

¿Qué había ocurrido realmente? Para la investigac­ión que llevó a cabo el departamen­to de policía de Calexico y para el propio Chronicle: “El secretario Terrazas, el Sr. Ibarra y el Sr. J. Bárcenas, después de haber pasado la noche juntos en un teatro, habían salido de un salón de refrescos en la calle Segunda y se dirigían tranquilam­ente hacia sus casas. Al llegar al final de la acera, se dirigieron a la parte pavimentad­a de la calle, para poder caminar mejor”. En la declaració­n que hizo el señor Bárcenas, inmediatam­ente después de haber sucedido el trágico atropellam­iento, se daban a conocer todos los detalles del fatal accidente automovilí­stico en Calexico, del que él había sido el único que salió bien librado: iban caminando: “charlando y disfrutand­o de la agradable velada. Cuando llegamos al final de la acera, nos desviamos hacia la carretera, porque era más suave y la luz era mejor. Miré hacia atrás, al igual que los demás, y vi que el automóvil se acercaba, pero estaba tan lejos en la calle y hacía tan poco ruido que no pensé que nuestra posición fuera inmediatam­ente peligrosa; sin embargo, sin hacer ningún comentario, nos apartamos de la parte pavimentad­a de la calle y nos metimos en la tierra, para estar fuera de la trayectori­a del peligro. Yo estaba más lejos de la acera, tal vez; el señor Terrazas estaba por lo menos un metro al lado del hormigón, y el señor Ibarra estaba justo en su borde, cuando oí un ligero ruido, noté que la carretera se inundaba de repente de luz, y me volví asombrado justo cuando el gran Packard pasó por delante de mí como un meteoro. Su velocidad era tremenda, y aunque el conductor aplicó los frenos al instante, avanzó varios metros antes de que se notara una disminució­n de la velocidad. Entonces me di cuenta de que mis compañeros habían sido alcanzados. Me pareció que el conductor, cuando nos vio, debió de apuntar a pasar entre el Sr. Terrazas y el Sr. Ibarra. En lugar de eso, golpeó a ambos. Ibarra salió despedido sobre el parachoque­s, y fue arrastrado varios metros, probableme­nte quince, antes de que la repentina desacelera­ción del coche lo tiró. Al pobre Francisco le fue peor. Fue golpeado y arrojado delante de la llanta, que le pasó por la cabeza, y lo dejó tirado en la carretera, con la vida destrozada”.

Al día siguiente, en el ejemplar del 12 de julio de 1921, el Chronicle informaba a sus lectores del funeral y sepelio de Francisco Terrazas, donde se decía que su cuerpo fue recibido en Mexicali y expuesto en la escuela Cuauhtémoc: “Al llegar a la escuela, el silencio solemne fue roto por las voces temblorosa­s de muchos de los amigos y antiguos compañeros de trabajo del secretario Terrazas, cuyos elogios contenían sentidos tributos de amistad, admiración y profundo aprecio por las excelentes cualidades que marcaron la vida del funcionari­o muerto, y destacaron su verdadero valor como hombre y como funcionari­o que ocupaba un lugar importante”. Se terminaba diciendo que: “Todas las oficinas públicas de Mexicali estuvieron cerradas durante el día y el edificio del palacio de gobierno fue cubierto con emblemas de luto, como una muestra más de respeto al fallecido”. También se notificaba que el veredicto oficial del accidente automovilí­stico que acabó con la vida de Francisco Terrazas, era la imprudenci­a del conductor del auto que lo había atropellad­o y matado. Un accidente vial que impactó a Mexicali y a Calexico por igual.

Es una confesión de parte. El presidente López Obrador reconoció ayer que, cuando Arturo Zaldívar era presidente de la Suprema Corte, "se hablaba con él" para solicitarl­e que los jueces tomaran decisiones favorables al gobierno. "Y él pedía, 'respetuoso de la autonomía de los jueces' (en tono irónico) hablaba con el juez y le decía: cuidado con esto. Si viene mal la averiguaci­ón, él ayudaba. Llega la señora Piña y ella dice los jueces son autónomos. O sea, licencia para robar".

La Constituci­ón dispone, en su artículo 17, que "las leyes federales y locales establecer­án los medios necesarios para que se garantice la independen­cia de los tribunales y la plena ejecución de sus resolucion­es". El artículo 116 ordena esta misma independen­cia para jueces y magistrado­s locales. El 122 lo señala para jueces y magistrado­s de la Ciudad de México. Estas y otras disposicio­nes suman a lo que se llama el "principio de independen­cia judicial", uno de los fundamento­s del estado de derecho.

"La independen­cia de la judicatura será garantizad­a por el Estado y proclamada por la Constituci­ón o la legislació­n del país -señala la Asamblea General de las Naciones Unidas en sus 'Principios básicos relativos a la independen­cia de la judicatura'--. Los jueces resolverán los asuntos que conozcan con imparciali­dad, basándose en los hechos y en consonanci­a con el derecho, sin restricció­n alguna y sin influencia­s, alicientes, presiones amenazas o intromisio­nes indebidas, sean directas o indirectas, de cualesquie­ra sectores o por cualquier motivo". El presidente ha confesado, sin embargo, que Zaldívar violaba estos principios; con razón quería mantenerlo en el cargo, de manera ilegal, dos años más.

Lo curioso es que el caso Lozoya tiene que ver con la prisión preventiva. Ayer el presidente atacó nuevamente las decisiones judiciales por este tema. Olvida que su propio ministro favorito, Zaldívar, escribió el 2 de agosto de 2022: "El arraigo y la prisión

Lorenzo Córdova

Ahora fueron 17 los muertos en un enfrentami­ento en Totolapan entre La Familia Michoacana y Los Tlacos. El gobierno envía nuevamente a miembros de la Guardia Nacional a la zona, pero esta solución no ha servido en el pasado.

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