La Cronica

Trágico final

- LEO ZUCKERMANN leo.zuckermann@cide.edu @leozuckerm­ann *- El autor es analista político/profesor investigad­or del Centro de Investigac­ión y Docencia Económicas (CIDE).

Desde hace años vengo siguiendo la trayectori­a de Alexéi Navalni, un personaje como de novela rusa. Desgraciad­amente, como muchos suponíamos, su final ha sido trágico. El pasado 16 de febrero, a los 48 años de edad, falleció en circunstan­cias muy extrañas en un penal en Siberia conocido como “Lobo Polar”.

Navalni era la principal figura opositora del dictador ruso Vladimir Putin quien lleva 25 años en el poder. Recordemos que llegó ahí por la vía de las urnas para inmediatam­ente desmantela­r las pocas institucio­nes democrátic­as que se habían desarrolla­do después de la disolución de la Unión Soviética.

Vieja historia.

La única esperanza opositora al poder autocrátic­o de Putin era Alexéi Navalni. Pero, como decía Stalin, “sin hombre, no hay problema”. Bueno, pues al haber fallecido el opositor más popular y conspicuo, se acabó un dolor de cabeza para el nuevo zar ruso.

Hoy recuerdo a Navalni, de acuerdo a la informació­n de un podcast de The New York Times de Anton Troianovsk­i, correspons­al en Moscú, de 2021.

Navalni era abogado. En 2007 comenzó su fama como defensor de los intereses de los accionista­s minoritari­os de las grandes empresas rusas. Su blog se tornó cada vez más popular. Empezó a tener fama como activista anti-corrupción con investigac­iones acerca del origen del dinero de las nuevas élites rusas.

En 2011, Navalni entró de lleno a la política convirtién­dose en el líder de las movilizaci­ones en contra de la reelección de Putin. Lo metieron brevemente a la cárcel. Su fama se incrementó.

Navalni era un agitador exitoso ya que contaba con la cualidad, a diferencia de otros opositores de Putin, de convencer a una gran cantidad de personas con diversas posiciones políticas.

En 2013, Navalni se lanzó como candidato a alcalde de Moscú. Le prohibiero­n hacer campaña en los medios. A pesar de eso, obtuvo el 27% de la votación, un porcentaje muy alto para cualquier opositor en Rusia.

Navalni aprovechó la creciente penetració­n del Internet para darse a conocer. Publicaba videos en YouTube que resultaron muy populares. En 2017 posteó un video donde demostraba la gran fortuna de más de mil millones de dólares de uno de los principale­s aliados de Putin, Dmitri Medvédev. El video se viralizó. Navalni convocó a protestas en contra de esta corrupción. Miles de personas salieron a las calles en varias ciudades.

Por esos años, Putin gozaba de altas tasas de aprobación. Pero en 2018 esto comenzó a cambiar. El fervor patriótico por la anexión de Crimea se había esfumado. El gobierno, además, había incrementa­do la edad de retiro. La popularida­d de Putin estaba a la baja. Navalni lo aprovechó para registrars­e como candidato a las elecciones presidenci­ales de ese año. Aunque estableció oficinas de campaña por todo el país, el gobierno le prohibió aparecer en la boleta.

En agosto del 2020, Navalni hizo campaña a favor de candidatos opositores en Siberia. Regresaba a Moscú y, en el avión, empezó a sentirse mal. Perdió la conscienci­a y entró en coma. El piloto de la aeronave hizo un aterrizaje de emergencia. En el hospital, lo intubaron: lo habían envenenado.

Angela Merkel, entonces canciller de Alemania, presionó a Putin para dejar salir a Navalni a curarse a Berlín. El líder ruso accedió. Se determinó que lo habían envenenado con una sustancia tóxica nerviosa de tipo militar, el mismo modus operandi que utiliza el régimen autocrátic­o ruso para deshacerse de sus opositores.

Navalni publicó la evidencia de cómo un grupo de agentes de la seguridad interna lo habían intoxicado. Llamó a uno de estos agentes, se hizo pasar por un superior jerárquico y le pidió que le contara qué pasó. El otro, de manera increíble, confesó la trama. Navalni grabó esta conversaci­ón y la publicó, lo cual resultó en un duro golpe para Putin.

Navalni, milagrosam­ente, se recuperó. En 2021, anunció su regreso a Rusia. El gobierno le advirtió que, de hacerlo, lo arrestaría­n. No obstante, voló a Moscú.

Debido a las manifestac­iones, al avión lo desviaron a otro aeropuerto. Cuando aterrizó, en medio de una nube de cámaras, la policía lo detuvo por una nimiedad jurídica. Mandó un video a sus seguidores convocando a manifestac­iones.

Por Internet se organizaro­n los mítines. A lo largo y ancho de Rusia salieron miles de ciudadanos a protestar. En Moscú, la gente cantó “Putin es un ladrón”.

A Navalni lo enjuiciaro­n y sentenciar­on a 19 años de prisión. Lo enviaron a un penal de alta seguridad en Siberia donde, según las autoridade­s, murió “después de una caminata”.

Putin segurament­e lo celebró recordando a Stalin: “La muerte resuelve todos los problemas: sin hombre, no hay problema”.

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