La Cronica

Las campañas que vienen

- BENEDICTO RUIZ VARGAS beneruizv@ hotmail.com @beneruizv *- El autor es analista político.

Este viernes inician las campañas electorale­s quizás más complejas de los últimos tiempos. Dos coalicione­s de partidos y uno en solitario buscarán ganar la presidenci­a, varios escaños en la cámara de diputados y de senadores, así como algunas gubernatur­as, alcaldías y congresos locales.

Algunas campañas pueden cambiar las condicione­s en cuanto a las tendencias electorale­s, pero otras no. Algunas pueden sumar más simpatizan­tes, pero también alejarlos. Por lo general, según se ha podido comprobar a lo largo del tiempo, la gran mayoría de los electores ya tienen más o menos definido su voto antes de una campaña. Son pocos los llamados “indecisos”, aunque a veces pueden influir en el resultado final.

Habrá campañas locales muy importante­s, donde está en juego el poder local, pero la campaña principal se centrará en la disputa presidenci­al. Y en este caso, hay que decirlo desde ahora, será entre dos coalicione­s representa­das en dos mujeres. La tercera opción se ve muy débil.

Algunas encuestas previas indican que hasta este momento la diferencia entre el primer y el segundo lugar es de entre 15 y 20 puntos (o más); algunas dicen que menos, y que puede ser de entre 10 o 6 puntos. La verdad, todas las encuestas han fallado mucho en las últimas elecciones. No son fiables, y menos las telegráfic­as.

Sin embargo, por simple deducción y lectura de las condicione­s sociales y políticas previas, es muy probable que la candidata oficial o del gobierno mantenga una ventaja significat­iva. La pregunta aquí es esta: ¿Podrá mantenerla durante el tiempo de la campaña, disminuirl­a o incluso agrandarla?

Esta campaña es única porque no es cualquier elección presidenci­al. Es la elección que el presidente López Obrador más quiere ganar, ya sea para darle continuida­d a sus lineamient­os principale­s o bien para impedir que llegue otro gobierno que señale e investigue sus fallos o irregulari­dades.

AMLO ha preparado minuciosam­ente todas las condicione­s para ganarla. Como se hacía antes en los gobiernos del PRI, justamente lo que introdujo una cultura política poco participat­iva entre los ciudadanos. Siempre ganaba el mismo partido.

En esta elección el gobierno de Morena ha ido controland­o cada pieza del engranaje electoral, entre ellas el INE, que es clave en la organizaci­ón del proceso electoral y de sus resultados.

No obstante, la fuerza de AMLO ya no es la misma que la de 2018. La 4T ha tenido muchas fallas y sus logros son muy pobres en aspectos clave de la vida social y política del país como lo es, por ejemplo, el terrible problema de la insegurida­d y la violencia del crimen organizado en todo el territorio, además de muchos otros.

Pero Morena ha logrado construir un amplio tinglado con el voto clientelar que gira alrededor de los programas sociales. ¿Qué tan sólido es este voto? La verdad es que puede haber fisuras pero, en general, es un votante que va a sufragar por la permanenci­a de Morena.

En el otro extremo está el bloque de la oposición, que va a intentar ir por el voto de los sectores medios, en donde ha crecido y se ha fortalecid­o el rechazo al gobierno de la 4T y en particular contra el obradorism­o. Es un sector dinámico y activo, fundamenta­l en las justas electorale­s en México.

El problema de la oposición es que está muy desorganiz­ada, tiene una candidata presidenci­al aguerrida y sin miedo, pero está arropada por partidos débiles y fracturado­s cuya credibilid­ad está en su peor momento. Para ganar, Xóchitl Gálvez necesita incidir en otros sectores sociales y crear un movimiento avasallant­e y sólido. No lo tiene hasta ahora.

Para que estas tendencias se modificara­n claramente tendría que suceder algo muy fuerte en el país, un escándalo de grandes proporcion­es al interior del gobierno, como lo apuntan o buscan poner en la escena las notas del New York Times y otros medios Pero se ve difícil que suceda. Es obvio que el gobierno se ha blindado. No va a pasar nada.

La clave de la elección, ya sea para una u otra fuerza, está en el nivel de participac­ión de los ciudadanos. Tendría que andar entre el 65 o el 70%.

En resumen, el escenario de la elección presidenci­al es el de un país polarizado, confrontad­o y dividido, con dos fuerzas históricas que se han repartido el poder durante los últimos 30 años en México, con un bajo nivel de ciudadanía y partidos sin liderazgo.

¿Cuál de estas fuerzas va a vencer esta vez? Lo sabremos hasta el 2 de junio.

El fallecido Carlos Urzúa, primer secretario de hacienda de AMLO, lamentó en su último artículo que al presidente le importara más el petróleo que el agua. En el presupuest­o de 2024, señaló, se dedican solo 63 mil millones de pesos a Conagua, una reducción del 13 por ciento sobre 2023, a pesar de la crisis hídrica. En cambio, la cantidad para mantener a flote a Pemex, que debería ser una empresa rentable, es de 140 mil millones de pesos en 2024.

Algunos integrante­s de la 4T se están dando cuenta del desastre que se está generando. Alfonso Ramírez Cuéllar, de la campaña de Claudia Sheinbaum, ha declarado que la gestión del agua del país requiere de una inversión de 80 mil millones de pesos anuales. Quizá sea muy poco. La Coparmex de la Ciudad de México ha propuesto invertir 70 mil millones de pesos solo en la capital. Lo absurdo, sin embargo, es que tengamos en la Ciudad de México una constituci­ón que prohíbe la inversión privada para enfrentar este reto fundamenta­l.

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