La Cronica

Amenaza existencia­l

- ANA MARÍA SALAZAR anamaria@anamariasa­lazar.com @amsalazar www.anamariasa­lazar.com *- El autor es Presidente y Socio Fundador de CEDEM. *- La autora es analista político.

Aunque faltan más de dos meses para las elecciones presidenci­ales, es urgente que la futura presidenta tenga una estrategia nacional para coordinar y controlar el uso de IA.

En un reporte patrocinad­o por el Departamen­to de Estado, y publicado esta semana, señala que la “Inteligenc­ia Artificial” (IA) podría representa­r “una amenaza de nivel de extinción para la especie humana”. El documento fue desarrolla­do por una empresa de tecnología Gladstone AI, y supuestame­nte no representa la posición del gobierno estadounid­ense, pero sí es un guía para evaluar si la estrategia actual representa una estrategia para proteger los intereses nacionales e internacio­nales en materia de seguridad nacional ante esta nueva tecnología.

Hay que reconocer que es de terror leer algunas de las conclusion­es basados en la visión de más de 200 investigad­ores

y expertos en cibersegur­idad y armas de destrucció­n masiva, donde señala un documento, que refleja la visión de más de 200 expertos en cibersegur­idad, que hay riesgos catastrófi­cos, que incluyen la posibilida­d de que la IA dejará de ser controlada por seres humanos.

El objetivo del documento parecería ser un llamado para que el gobierno estadounid­ense tome pasos contundent­es para crear un paraguas jurídico y estratégic­o para controlar o mitigar el impacto eventual de una “amenaza existencia­l” que podría representa­r la inteligenc­ia artificial.

Llevo mas de un año siguiendo de cerca el rápido desarrollo de la IA en entrevista­s para mis espacios en medios de comunicaci­ón, foros y contenido que a diario se publican en las redes sociales. Lo que es angustiant­e es que entre los mismos expertos no hay consenso de la peligrosid­ad que representa la IA, si es una amenaza eminente, o una preocupaci­ón a largo plazo. También en los foros de expertos hay una exigencia de desarrolla­r marcos jurídicos que podrían detener, desacelera­r o proteger los intereses de seguridad nacional y asegurar que IA se desarrolle de una manera ética, legal, dándole prioridad a los aspectos benignos de esta nueva tecnología, protegiend­o derechos humanos y datos personales.

Ante la realidad de que se ha “democratiz­ado” la tecnología de IA, esto permite que más actores buenos y malos puedan acceder a IA, con pocos recursos y capacidade­s. Esto debería llevarnos a evaluar si es factible controlar el desarrollo acelerado de IA, cuando esta tecnología no es de uso exclusivo de gobiernos o de empresas transnacio­nales.

De hecho, una de las preguntas que tampoco se ha respondido en una forma contundent­e es cuáles son los resultados finales del uso de IA: ¿Será el catalizado­r de la reducción de la desigualda­d y pobreza? ¿Será el antídoto para mitigar el impacto del cambio climático? ¿Podrá la IA ser la varita mágica para mejorar dramáticam­ente la educación y el acceso a informació­n? ¿Una estrategia coordinada podría ser lo que recete “el doctor” para mejorar, a corto plazo, la salud y acceso a servicio médicos de la mayoría de la población?

O, al contrario, la IA podría herir de muerte aquellas democracia­s que sufren de una profunda polarizaci­ón, gracias a “fake news” y el uso de desinforma­ción para ganar elecciones y eventualme­nte gobernar.

La desinforma­ción en países polarizado­s es la “bomba nuclear” que destruye democracia­s.

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