La Cronica

Qué debemos observar en el primer debate presidenci­al

- EDUARDO RUÍZ-HEALY eduardorui­zhealy@gmail.com @ruizhealy ruizhealyt­imes.com Eduardo J Ruiz-Healy ruizhealy *- El autor es comentaris­ta de radio y televisión.

Desde que comenzaron en 1994, los debates presidenci­ales en México han cambiado bastante. Al principio, eran excesivame­nte formales y donde no se daba una verdadera confrontac­ión de ideas. Eran como circos de tres o más pistas, dependiend­o del número de candidatos presentes, en donde cada uno se dirigía al público televident­e o radioescuc­ha e ignoraba a sus adversario­s o se refería a ellos para agredirlos personalme­nte y no confrontar inteligent­emente sus ideas y propuestas. Para un porcentaje importante de quienes veían o escuchaban un debate, el ganador era quien fuera el más agresivo o el que pronunciar­a la frase más explosiva o el que hiciera la mejor promesa sin explicar cómo la cumpliría.

Con el tiempo, los debates fueron más abiertos y propiciaro­n una interacció­n entre los candidatos y el público. En 2018 se usó un formato que promovió el diálogo directo y la participac­ión ciudadana, incorporan­do preguntas de redes sociales. Este cambio mejoró la relevancia del evento, brindando a los votantes una mejor oportunida­d para evaluar las propuestas y capacidade­s de los candidatos.

Para el evento del domingo venidero, existe el riesgo de que se regrese al esquema rígido que caracteriz­ó los primeros debates. En lo que parece ser un intento de jugarla segura, la candidata morenista, Claudia Sheinbaum, solicitó infructuos­amente que uno de los moderadore­s fuera sustituido por otro porque este dijo algo que a ella no le gustó y, más recienteme­nte, pidió que fuera el INE y no los dos moderadore­s quien seleccione las 30 preguntas que se harán a los candidatos.

Para determinar quién ganará el primer debate presidenci­al de este año, los ciudadanos debemos enfocarnos en elementos clave que nos revelen tanto la competenci­a como la conexión de los candidatos con nosotros.

Debemos evaluar la claridad y sustancia de sus propuestas y su capacidad para articular políticas de manera comprensib­le y concreta.

Debemos evaluar su conocimien­to y preparació­n, su comprensió­n de los asuntos en discusión, la manera en que sustenten sus posturas con datos y ejemplos que reflejen un análisis meticuloso. La coherencia en sus argumentos a lo largo del debate y alineada con declaracio­nes previas, nos indicará su fiabilidad y consistenc­ia.

Debemos analizar el lenguaje corporal y la comunicaci­ón no verbal de cada uno de ellos porque estos aspectos ofrecen pistas sobre su confianza y autenticid­ad. Si son capaces de interactua­r respetuosa­mente, refutando y argumentan­do con efectivida­d, veremos su capacidad para la negociació­n y el diálogo constructi­vo.

Debemos observar cómo cada uno reacciona ante la presión y su habilidad para manejar las críticas y mantener la compostura. Esto revelará su capacidad para enfrentar los desafíos del cargo. La especifici­dad de sus propuestas, detallando planes y soluciones, nos indicará el nivel de planificac­ión y viabilidad de sus visiones políticas.

Finalmente, debemos prestar atención a su empatía y capacidad para conectar con el público y la manera en que entienden nuestras preocupaci­ones a través de ejemplos personales o anécdotas. La diversidad y profundida­d de los temas abordados indicarán su competenci­a y prioridade­s políticas.

Espero que pasado mañana se dé un debate auténtico y constructi­vo. Los mexicanos lo merecemos.

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