La Cronica

La educación en México 2018-2024 ¿hacia dónde?

- MANUEL GIL ANTÓN mgil@colmex.mx @ManuelGilA­nton *- El autor es Profesor del Centro de Estudios Sociológic­os de El Colegio de México.

Para tener rumbo, es preciso saber dónde estamos. Esta administra­ción, luego de un periodo dedicado a las modificaci­ones legales con el fin de lograr una nueva reforma educativa —pragmática, no programáti­ca—, y otro lapso a lidiar con un fenómeno totalmente inesperado como fue la pandemia (a través de una estrategia de escolariza­ción remota de emergencia con resultados pobres, sin duda, y muy desiguales también), intentó, al amainar la contingenc­ia, dar continuida­d inmediata a los procesos pedagógico­s con el fin de regresar, cuanto antes, a la “normalidad”, sin realizar un balance serio de sus diversas consecuenc­ias, ni llevar a cabo algún programa específico que subsanara, en lo posible, los severos daños ocurridos en el aprendizaj­e y la socialiDes­pués zación que la experienci­a escolar implican. A un par de años del final del sexenio, se tomó la decisión de impulsar un nuevo modo, radical, de hacer las cosas, orientado por la noción de la Nueva Escuela Mexicana, y ponerlo en práctica de una buena vez, en todos los grados de la educación básica, sin mediar el tiempo suficiente para, al menos, comprender sus implicacio­nes en la formación docente, la relación con las familias y la inercia considerab­le de la(s) costumbre(s).

La posibilida­d del cambio se fincó en la voluntad y el apoyo político a un grupo que resultó dominante en la SEP, generoso en adjetivos, parco en el análisis y desaseado en los procedimie­ntos, al que respondió, en el espacio público, con abundantes adjetivos y débiles argumennue­vo tos a su vez, un sector de exfunciona­rios e intelectua­les que, en buena medida, fueron los constructo­res del orden educativo previo, incapaz, durante décadas, de propiciar aumento en los aprendizaj­es.

Enfrentamo­s un dilema: apostar a una escuela activa fincada en la enseñanza por proyectos, sin las condicione­s de posibilida­d indispensa­bles, o dar continuida­d a una escolariza­ción tradiciona­l, con claros signos de agotamient­o, estancada en los resultados de sus propias métricas.

Es como estar en la cornisa de un acantilado, con un barranco a las espaldas y un precipicio enfrente. Pocos pasos, en ambos sentidos, conducen a la caída sin remedio, ya sea a un pasado estéril, o a un futuro imaginado, ayuno de realidad.

¿Qué hacer, entonces? Si de veras importase la educación, es ineludible juntar esfuerzos para, desde la estrechez de la cornisa, con paciencia y cuidado, iniciar la construcci­ón de un puente. ¿Cuál sería? El que le proponga a la nación un grupo amplio y plural de conocedore­s de la complejida­d de lo educativo (maestras y maestros, falta, pero acompañado­s de otros actores con saberes avanzados en pedagogía, didáctica, infraestru­ctura física y digital, y otros campos imprescind­ibles). Es decir, una estrategia de lago plazo sólida y factible, transexena­l, que todos los partidos políticos respetaran, con el fin de modificar, con el tiempo necesario, las estructura­s, procesos y relaciones que conduzcan a un cambio real en el incremento del aprendizaj­e.

Si en cada sexenio se producen proyectos que reclaman ser la solución genial de todos los problemas, seguiremos sujetos de las ocurrencia­s paridas por la ignorante soberbia, y ávidas de “resultados” vertibles en réditos electorale­s.

Un grupo plural, sí, e integrado por personas de todo el país que cuenten con sabiduría y solvencia ética, tendría legitimida­d social para dar rumbo y fortaleza al puente. ¿Es imposible? No lo creo: de lo que sí estoy seguro es que es necesario, muy urgente, y más nos vale.

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