Jornadas con buena lectura
No recuerda cuántas veces ha leído “El Conde de Montecristo”, de Alejandro Dumas, pero Gricel Valdés-Hombillo está convencida de que sus páginas son las favoritas de los trabajadores de la fábrica de puros habanos H.Upmann, donde trabaja como lectora de tabaquería desde hace 25 años. Su labor —Patrimonio Cultural de la nación, que aspira ser declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco— sirve para amenizar el trabajo de los torcedores de puros, que se elaboran hoy en día de la misma manera que hace 200 años, totalmente a mano, y que hacen que sean artículos de lujo codiciados fuera de la isla. La tradición de la lectura en las salas de torcido se remonta al siglo XIX, cuando un español ideó la fórmula para que los tabaqueros, entonces esclavos, aprendieran nuevas técnicas.
“Este es un trabajo muy especial. No voy a ser inmodesta, me siento orgullosa de ser lectora”, confesó Gricel, profesora de historia en secundaria.
Ahora, transformada en una de las decanas de esa profesión, no se le seca la garganta cuando pasa horas leyendo la prensa del día, en dos turnos por la mañana, y novelas y otras obras literarias en la tarde, seleccionadas democráticamente.
Una comisión de lectura elige varios títulos, Grisel lee en la tribuna las sinopsis y después, uno por uno, consulta a los 150 trabajadores cuál prefieren.