Los dorados de Villa
Carmela Hernández: “Vivimos del apoyo de la gente”
Carmela Hernández es una organillera o cilindrera; que aún mantiene viva la emoción que tenía desde hace dos siglos el organillo. Carmela, quien es oriunda de la capital del país; nos echó el rollo sobre este instrumento musical tan particular que emociona y genera alegría, con sus melodías y su changuito guindado. “Este es un organillo modelo harmonipan de 1780, alemán. El auge de este instrumento fue en la época de Porfirio Díaz, cuando llegaron a México y se dio a conocer al público, porque no existía en aquel tiempo nada. Anteriormente hubo en todo el país, pero fuimos desapareciendo con el tiempo y ahorita los pocos que quedamos estamos en la Ciudad de México. Nosotros tratamos de conservar una tradición que está quedando extinta”, aseguró Hernández quien es la cuarta generación de su familia que da vida al referido instrumento musical. A pesar de su tamañito, el organillo posee diferentes canciones populares que deleitan a todos, pues sus 80 decibeles (dB) hacen que se escuche a lo lejos. Carmela, también nos explicó su funcionamiento y qué se necesita para hacerlo sonar. “El organillo funciona a base de aire, está compuesto por un cilindro; vulgarmente nos conocen más como cilindreros porque lo que toca es un cilindro, como las cajitas musicales, nada más que estos pesan 40 kilogramos. Es infinito, por lo que las canciones se deben cambiar. También se necesita un zanco y tener ganas de querer trabajar para darle vuelta a la manivela”, dijo la organillera de 40 años de edad. “México Lindo y Querido”, “Amapola”, “La Vida En Rosa”, “Golpe Traidor”, “Papalotito” y “La Tertulia”, son algunas de las rolas que entona el instrumento, con el cual ella y su familia se han sostenido por más de 15 años. “No tenemos salario, ni cultura nos da un apoyo. Los organilleros nos sostenemos de lo que la gente nos da”, terminó Carmela Hernández.