¿Quién cuidará al bebé si trabajas?
Para muchos padres, la vuelta a la rutina laboral genera una enorme ansiedad ante la perspectiva de que otras personas se tengan que ocupar del bebé. Muchos padres se muestran intranquilos y ninguna opción les reporta verdadera confianza. Algunos matrimonios modifican los turnos de trabajo de modo que se puedan complementar y el niño siempre esté con uno de los progenitores. El problema es que no se debe perder de vista la perspectiva de pareja, es decir, el cuidado de los menores no puede lastrar el vínculo entre padre y madre que dejarían
de pasar rato juntos. La opción de los centros de
educación infantil es una de las más empleadas. Los controles administrativos garantizan que los pequeños están en espacios adecuados acompañados por personal cualificado en todo momento. Pero no son baratos. Para acceder a un centro público hay que solicitar plaza en el momento en el que se abren las inscripciones. Y en muchas privadas no es tan sencillo encontrar hueco.
Los padres deben decidir si les resulta más cómodo que el centro esté cerca de su domicilio, de modo que el niño tardará poco en llegar, o cerca de su trabajo, de forma que los padres puedan acudir en caso de emergencia y los horarios -y los precios- se ajusten lo más posible a los laborales. Además, hay que tener en cuenta una serie de consideraciones antes de elegir. Para evitar este problema, una opción es contratar a una cuidadora. Es importante que sea alguien de confianza, que se estudien bien las recomendaciones de otras familias y, en la medida de lo posible, que los padres se reserven unos días para poder convivir con esta persona antes de volver al trabajo. La parte positiva es que, además de cuidar a los niños, ayudarán con las tareas del hogar y cocina.
Si se recurre a familiares para ayudar con el cuidado de los niños, en particular a los abuelos, es clave que todos definan su papel para que no haya malentendidos con cuestiones educativas. No se puede pedir a los abuelos que cuiden gratuitamente a los nietos y, además, exigirles el modo en el que deben hacerlo. Eso podría provocar tensiones intergeneracionales que van en detrimento de la vida familiar.