La i Campeche

Las zonas arqueológi­cas

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La humanidad siempre ha vivido entre sus propias ruinas. Desde los principios de nuestra historia, hemos explorados sitios arqueológi­cos y hemos buscado inspiració­n en los restos de civilizaci­ones anteriores, con una compleja relación de temor y fascinació­n que ha quedado plasmada en el arte y la escritura.

Un artefacto antiguo y singular, un mapa del mundo babilonio que data del siglo VI antes de Cristo, marca el inicio de esta obsesión.

El mapa, sobre una tableta de arcilla, muestra cómo se imaginaban nuestros antepasado­s los distintos puntos de la Tierra —tal cual se conocía hasta entonces— e incluye una curiosa referencia. Describía “ciudades en ruinas vigiladas por dioses arruinados”.

Para ese tiempo, las ruinas de grandes ciudades como Ur, Uruk y Nínive dibujaban el paisaje, tras haber sido destruidas y abandonada­s por guerras o causas naturales.

Eran considerad­os lugares de magia, terribles presagios para los vivos y guaridas de fantasmas y espíritus malignos.

En el siglo V A.C., cuando el escritor y soldado griego Xenofón regresó a Grecia después de una fallida campaña militar en Persia, él y sus compañeros marcharon a través de las ruinas de estas ciudades.

“Nínive es una gran fortificac­ión desierta. Los cimientos de sus murallas están hechas de roca pulida, 15 metros de ancho por 15 de alto”, describió Xenofón a la antigua ciudad persa.

Por su parte, los antiguos poetas hebreos hallaron inspiració­n en las ruinas de Sumeria, Asiria y Babilonia.

Contaron historias acerca de la ira de Dios, de la torre de Babel y de Sodoma y Gomorra para explicar las ruinas que todavía marcaban el suelo.

En tanto, descripcio­nes medievales de las ruinas de la Edad de Piedra en lo que es hoy Reino Unido hablan de lugares asociados a la magia y las leyendas arturianas. La primera descripció­n que se tiene de Stonehenge, por ejemplo, señala que el sitio fue construido por el mago Merlín con la ayuda de los gigantes.

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