La oscuridad del medio día
Aquella tormenta llegó de la nada; estábamos comiendo plácidamente, cuando de pronto se oscureció y las tablas del techo empezaron a volar, mi primer impulso fue ir por mis perritos al patio y resguardarlos, pero al ver lo que sucedía afuera, pensé que eran mis últimos momentos… el viento soplaba tan fuerte que levantaba mis pies del suelo y movía la casa de un lado al otro como simple hoja de árbol viejo, además, ese mismo viento le daba tal fuerza a las gotas de lluvia, que éstas herían mi piel cual dagas afiladas. No me importaba tener el cuerpo todo cubierto de sangre, quería detener aquellos soplidos que estaban arrancando pedazos de mi casa y rompiendo los cristales, no por la construcción en sí, sino porque era el único obstáculo entre la tormenta y mi familia. Con clavo y martillo en mano puse una malla que dejaba pasar el aire entre sus poros, pero disminuía su impacto, amarré los extremos con cuerdas y aún así tuve que quedarme, poniendo todo mi peso y fuerza para agarrar un pedazo de aquella tela de nylon evitando que se desprendiera. Resistí así los cinco minutos restantes… toda mi vida estaba pasándome frente a los ojos, pensando que esos eran mis últimos momentos sobre la tierra, mis manos estaban ampolladas, mi cuerpo tiritando a punto de la hipotermia…
Por fortuna, el viento dio tregua; aún llovía, el cielo estaba cubierto de nubes negras, estábamos a oscuras por falta de energía eléctrica, pero la habíamos librado… eso fue lo que creí por unos segundos, pues los gritos venidos de todos lados empezaron a reventar mis oídos, la gente se quejaba de una forma tan perturbarte que no podía creer que todo ese miedo que expresaban viniera solamente de una tormenta.
Quisiera haberme equivocado entonces, pero… de entre aquella terrible oscuridad de medio día, un par de garras me arrebataron a mis hijos de los brazos y pude escuchar como los hacían pedazos alimentándose con ellos.
Eso de la lluvia fue solo para distraernos, para deshacerse de puertas y ventanas… para no tener obstáculos al entrar en nuestras casas y devorarnos…