La i Campeche

Esa mirada

-

Oscuridad. Solo eso, además de un frió intenso y sobrecoged­or, ella estaba tumbada en el suelo y el cansancio la dominaba, simplement­e abrir los ojos era un suplicio, sentía que el cuello le pesaba y el dolor no la dejaba pensar en nada más, nisiquiera se acordaba de quién era, donde vivía... de su vida.

Pero recordaba algo, una mirada... La mirada mas fría que te puedas imaginar, una mirada que puede leer tu alma, tus pensamient­os. Primero escudriña en tu interior, y luego se dedica a observar el exterior. Esa mirada solía provocar miedo, pero a ella le infundió respeto. Ya se empezaba a acordar...

Puso todo su empeño en levantarse y colocó las manos sobre el suelo, sintió que estaba mojado y un charco la rodeaba, pero no se atrevió a abrir los ojos... Puso todo su peso en sus brazos, pero resbaló... Lo volvió a intentar varias veces, pero no dio resultado y cuando estaba a punto de desistir, notó una mano que agarraba la suya, dándole un tirón que hizo que la chica se levantará.

Abrió los ojos, y se chocó con la misma mirada que había recordado hace solo unos minutos; un hombre alto, delgado pero fuerte, de pelo negro, como sus ojos, la tenía cogida de la mano suavemente y la miraba con curiosidad, se sostuviero­n la mirada el uno al otro, todo signo de dolor y cansancio desapareci­ó. Su mirada era fría, pero también reflejaba dolor y restos de una mala vida por lo que sintió compasión por él, pero la chica se fijó en sus labios rojos como el fuego, y de que en ellos había sangre. Se asustó y se apartó de él y entonces miró a su alrededor. La habitación estaba en desorden, como si allí hubiera habido un forcejeo. Luego miró al suelo y a su alrededor había un charco de sangre. Intentó gritar, pero ningún sonido salió de su boca.

Él se sentó en una silla, tapándose la cara con sus manos. —Lo siento...— dijo en un susurro. Ella no sabía qué decir pues estaba asustada, su cuerpo no respondía normalment­e, se sentía más ligera, pero que tenía un gran peso a la espalda, no sabía qué pensar ni recordaba que había pasado.

Que... ¿Qué ocurre? preguntó. El hombre vaciló unos segundos. Luego subió lentamente la mirada hacia ella, y dijo: Te he matado, como he echo con muchas otras personas... Han sido tantas que ya no puedo contarlas. Cada vez que se pone el sol mi cuerpo me lo pide... La sangre... es mi fuerte y mi debilidad... Y ahora también es la tuya...

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico