La i Campeche

En el manicomio

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Por las noches, cuando todos en casa duermen, los perros aúllan a sus horribles visiones y el silencio entona una melodía ambigua de greda sinfonía.

En mi closet se escuchan sonidos, como si alguien tratara de abrirlo, como si alguien viviera dentro de él, pero sólo por las noches.

Quizá es algún espectro que trabaja por el día y al llegar el crepúsculo llega a mi armario, se quita la ropa y se pone algo más cómodo, quizá use incluso use mi ropa.

¿Será un dragón? Podría ser que algún malévolo hechicero lo tele transportó a mi armario. La noche sigue, el frío aumenta y los ruidos también, y qué decir de mi imaginació­n que vuela y vuela cada vez más ¿Quién está ahí dentro?..., ¿y si es un extraterre­stre? Quizá quería bajar a algún lugar de la tierra y programó erróneamen­te sus coordenada­s mismas que lo llevaron a estar acá en mi cuarto, en mi armario. No creo, quizá mi armario sea el despacho de trabajo de Salvador Dalí, y dentro está pintando algo, está dándole vida a algún ser perfecto. Un murciélago se estrella en mi ventana y me hace observar al cielo, azul oscuro, nubes negras y un ojo blanco observándo­me, me preguntó qué pensará de mí, cada noche se asoma a verme, unas veces esta completame­nte abierto y otras veces veo al ojo más adueñado pues lo veo como si estuviera cerrando su oscuro párpado, hasta que de pronto lo tiene todo cerrado, y así sucesivame­nte, se vuelve a despertar. Algunos le llaman Luna, es toda una obra de arte. De nuevo los sonidos, esta vez decido abrir el armario sólo veo a dos cadáveres, claro son aquellos que metí hace un par de noches, ¿cómo pude haberme olvidado?, los sonidos simplement­e eran sus toquidos, me llamaban para que les llevara agua y una pieza de pan.

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