¿Por qué no se debe insultar?
El Papa se refiere a nosotros, que estamos "acostumbrados a respirar el aire de los insultos". Basta "conducir el automóvil durante la hora de punta. Allí hay un carnaval de insultos. Y la gente es creativa para insultar". Y los pequeños insultos, "que por casualidad se dicen a la hora de punta mientras conducimos el auto, se transforman después en grandes insultos". Y el insulto cancela el derecho de una persona. "No, no lo escuches". "Es la lápida. Esta persona no tiene más derecho a hablar", ha sido cancelada su voz.
El insulto es tan peligroso, explica el Papa, "porque tantas veces nace de la envidia". Cuando una persona tiene una minusvalía, mental o física, no me amenaza, y no te- nemos ganas de insultarla.
“Pero cuando una persona hace algo que no gusta, yo la insulto y la hago pasar como "discapacitada": discapacitada mental, discapacitada social, discapacitada familiar, sin capacidad de integración... Y por esto mata: mata el futuro de una persona, mata el recorrido de una persona. Es la envidia que abre la puerta, porque cuando una persona tiene algo que me amenaza, la envidia me lleva a insultarla. Casi siempre hay envidia allí”, menciona el Sumo Pontífice.
Por ello, hay que reconciliarse. La reconciliación no es una actitud de buenas maneras, no: es una actitud radical, es una actitud que busca respetar la dignidad del otro y también la de uno mismo.