Tradiciones
Los muertos esperan a sus vivos
Una vez al año, los camposantos lucen llenos de gente, los rezos por las ánimas, las flores, las veladoras, la limpieza de tumbas, las lágrimas y cualquier otro detalle que resulte emotivo en quienes acuden con motivo de la celebración de los fieles difuntos.
Pero basta mirar con más atención las sepulturas y sus particularidades en busca de algo más que lo obvio.
Podemos encontrar tumbas de cemento, ladrillo o mármol; pintadas, descoloridas o rotas, qué indican qué tan frecuente los familiares visitan a sus difuntos; epitafios con una oración, un pensamiento, un verso bíblico o simplemente nada, la fe que profesó en vida. En recorrido de La i por diferentes panteones de la ciudad capital conocimos la tumba del “Coco” y del “Potro”, sobrenombres con el que sus amigos distinguían a estos personajes y que quedaron escritas para identificar su última morada. Las fechas inscritas en las lápidas, recrean escenarios estremecedores: en ocasiones, la muerte llegó en fechas especiales tornando la alegría en tristeza.
Quienes murieron un 10 de mayo, dejaron un gran dolor en alguna madre que sintió desgarrar su corazón con la noticia de que su “bebé” –sin importar la edad - había fenecido.
O por el contrario, qué dolor indescriptible ha de ser perder a quien te trajo a la vida, justo en la fecha en que se le celebra su día. Lo mismo sucede cuando alguien deja este mundo un Día del Padre. Varias tumbas indican en sus fechas, la longevidad o corta vida de sus ocupantes. Algunos vivieron sólo horas, días, semanas o meses; la mayoría completó varias décadas. Hay quienes murieron justo el día de su cumpleaños, un día antes o un día después.
Una tumba más llama la atención de muchos en el cementerio de Santa Lucía; junto a la veladora casi consumida y unas flores marchitas estaba la copia fotostática de un título profesional. Un hijo que ofrece a su madre la prueba de una meta concluida, y que la muerte impidió a la mujer, disfrutar en vida. Niños, adolescentes, jóvenes, adultos o ancianos; hombres o mujeres; ricos o pobres, llegaremos sin duda a la última etapa del ciclo de la vida: nacer, crecer, reproducirse y morir. Muchos, no crecerán ni lograrán reproducirse, pero si ya nacimos, es seguro que moriremos.
Por otra parte, los vivos aprovechan la celebración a los muertos para ganarse la vida. Quienes se dedican a la venta de flores, veladoras, pan y todo lo necesario para elaborar los tradicionales pibipollos, ven en estas fechas una buena oportunidad de incrementar sus ganancias. También podremos observar a los que se dan cita en los cementerios para ofrecer sus servicios de limpieza de lápidas y tumbas, que en su mayoría son niños que también aprovechan el puente escolar para trabajar y ganar un dinerito que luego gastarán en las maquinitas, refrescos, golosinas y muy pocos le darán buen uso.
El punto es que aún muertos, seguiremos contribuyendo a la economía de nuestras entidades gracias a las tradiciones donde los muertos se ponen sus mejores tiliches para recibir a sus vivos.