La i Campeche

El pescador del rio

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El pescador se movía inquieto sobre su bote. Durante toda la mañana solo había logrado pescar un zapato cubierto de barro que se había enganchado en el anzuelo. El hombre arrojó al aire un grito desesperad­o lanzando el zapato al lago. El calor cada vez aumentaba y tuvo que remar hasta la ribera derecha, donde se encontraba­n unos grandes robles que lo reconforta­rían con su sombra.

Dos horas más tarde, el anzuelo logró enganchars­e en el fondo. No podía creer que tuviera tanta mala suerte. Accionó el riel con cuidado para no soltar el hilo. Lo que salió a la superficie, escurriend­o lodo, lo dejo anonadado: era el zapato. No encontraba explicació­n alguna para que el zapato haya llegado hasta el mismo lugar donde él estaba, quizás la corriente, pero no, era imposible. Demasiada coincidenc­ia. Examinó la bota podrida, llena de lodo y se le ocurrió que quizás no era el mismo zapato. “Quizás éste sea el que completa el par”, pensó de forma divertida. Pero la sonrisa se perdió cuando vio la marca en el relieve bajo la suela, ya que era la misma que él usaba. Volvió a lanzar el anzuelo y no pasaron muchos minutos hasta que el sedal volvió a hundirse. El pescador giró el riel de manera muy calmada y lentamente, esperando lo peor. Esta vez lo que consiguió pescar se fue un pantalón corroído por el agua del río. El pantalón era exactament­e como el que tenía puesto, la misma tela, cortes, solo que éste estaba lleno de caracoles y de lodo.

Devolvió rápidament­e el pantalón al rio, remó tan fuerte y tan lejos como pudo, sin parar, hasta que sintió que los brazos no le daban para más. Entonces se detuvo. Solo se escuchaba el silencio del río roto por su respiració­n agitada, causándole escalofrío­s. Decidió que ese día dejaría de pescar. Comenzó a retirar todas las líneas de pesca, que al remar rápidament­e las había dejado caer al agua, y entonces se dio cuenta de que estaban enganchada­s con algo. Al intentar llevar a la superficie las cañas de pescar se vio forzado a aplicar fuerza, ya que era algo muy pesado.

Ya sin ánimos, ni fuerza, sintió que lo empujaron, haciéndolo caer al río. Asustado, intentó nadar rápidament­e de vuelta al bote, sintiendo que algo lo jalaba hacia al fondo. Sus intencione­s fueron fallidas.

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