La i Campeche

Salvado por el chaleco

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Mientras cocinaba la cena en una noche, la tía G., como era conocida por todos, abrió el armario. Tenía la intención de sacar un poco de harina, pero en cambio recibió una sorpresa desagradab­le. Una pitón saltó hacia ella.

La tía G., cerró el gabinete y con la velocidad del rayo, y con todas las trescienta­s libras de su peso, se fue para la calle, corrió hacía un vecino en menos de treinta segundos. Desde allí llamó a la Policía. Cuando los policías llegaron al lugar, uno de ellos abrió ese mismo gabinete. La serpiente atacó de nuevo, pero esta vez tuvo éxito en la toma de contacto con el pecho del oficial, de nombre Ken Denerew. Afortunada­mente, hundió sus dientes en el chaleco a prueba de balas. A continuaci­ón, el oficial la echó al suelo, aplastó su cabeza, y la cortó matándola en el acto. Después de una breve investigac­ión, se descubrió que el año anterior, un vecino había mantenido una pitón como mascota. Al parecer se le había escapado y este había sido incapaz de localizarl­a. Hasta ese momento… La historia hasta ahí parecería normal y una nota cualquiera de periódico pueblerino. Pero lo asombroso del caso, es que el oficial usualmente no usaba ese chaleco. Ese chaleco era de su hermano que había fallecido hacía dos meses atrás. Antes de acudir al llamado de la tía G., Ken había ido a ver a su madre, quien todavía estaba muy triste por la muerte de su hijo.

La madre de Ken, le había contado que en un sueño, Kelly, como se llamaba el hermano fallecido de Ken, le pedía a su madre que le rogara a Ken que se pusiera su chaleco.

Ken se lo puso meramente para complacer a su madre. Lo más extraño es que varias veces en el camino, estuvo a punto de quitárselo, pero como si una fuerza interior se lo impidiera no lo hizo.

De no haber tenido el chaleco, lo más probable es que Ken hubiese muerto, pues en el pequeño pueblo donde vivía, no había antídoto para tal veneno de serpiente.

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