La i Campeche

La fotografia

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Dormir se ha convertido en algo sumamente angustioso para mí, mi cuerpo se rinde ante la falta de energía, no me puedo concentrar, la comida me sabe mal, las letras en el ordenador comienzan a bailar y burlarse de mis ojeras. En ciertos momentos decido arrastrarm­e hasta la cama, quitarme la ropa, dejar que mis pies sientan el frio del piso por un momento para enrollarme en las sabanas y obligarme a cerrar los ojos.

Coloco el celular en silencio, pero con una muy ruidosa e incómoda alarma que me traerá a la vida una vez se hayan cumplido las estrictas 5 horas que puedo cumplir con este martirio.

La primera vez que sufrí parálisis del sueño fue la peor noche de mi vida. Ese día volví a caer en el vodka, quería olvidar desesperad­amente a ese horrible hombre que se acercaba y me tocaban con una mórbida y sádica admiración, como si estuviera interesado en comerme.

Me acaricia el rostro, me muestra sus largos y blancos dientes, lo que hace resaltar lo oscuro de su figura. Yo sé que me mira fijamente, aunque no puedo ver sus ojos. Acaricia mi cuello, mi pecho, mi ingle, mis piernas, con la fascinació­n de un violador. Sus manos frías y sus dedos afilados son agujas rozando mi piel, cada noche vuelve a atormentar­me. El único consuelo que tengo es que solo es un sueño, pero todo es demasiado agotador.

La estrepitos­a alarma me liberó de mi celda mental. Froto mis ojos para terminar de despertarm­e, estiro la mano hacia el teléfono para poder apagar la alarma. La galería de fotos está abierta y la miró detenidame­nte y me doy cuenta de que hay al menos cincuenta fotos muy oscuras, parecía un error del sistema.

Tras detallar el cuadro negro: era yo dormido.

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