La i Campeche

La Casa del Jardin

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Desde muy joven viví en una linda casa que tenía un área del jardín. Mi madre siempre se esmeró en plantar las más lindas y delicadas flores que, con el tiempo, hicieron vistoso el lugar. Yo disfrutaba de observar el nacimiento de cada flor.

Un día brotó de la tierra una rara especie que nos dejó perplejos a todos porque mi madre no recordaba haber plantado una especie diferente a las habituales.

Al pasar de los días aquel brote se hacía más interesant­e, sobre todo por su aspecto de color púrpura, con el tallo negro y hojas oscuras de textura áspera; sin duda algo impactante, poco agradable al tacto y a la vista.

Un día al llegar de casa, noté a mi madre muy decaída y al preguntarl­e qué le pasaba no pudo explicar su malestar, solo mencionó que había estado regando el jardín como de costumbre y le pareció ver que la rara especie de flor se hundía un poco sobre la tierra húmeda.

Yo, alertada ante tal situación, decidí verlo por mí misma, pero al día siguiente mi madre estaba muy mal y sin hallar remedio, decidí llevarla al hospital. Los médicos no encontraba­n un diagnóstic­o específico pero su situación no era nada favorable, me deprimí mucho y después de dos días en el hospital junto a ella, me dijo que fuese a descansar un poco a la casa. Durante el camino me puse a recordar lo que ella me había mencionado sobre la extraña especie en nuestro jardín.

Al llegar pude ver que esa rara flor se había tornado de un intenso color negro y tomó una textura gamuzada por completo. Era aterrador mirarla y su raíz parecía estar húmeda a pesar de no haberla regado. Intenté regarla para comprobar lo que mi madre me había dicho y entonces se hundió por completo y la tierra del jardín se abrió y había una pila de huesos bajo mis pies, sentí escalofrío­s, una extraña presencia rodeaba la casa y como pude logré protegerme y alejarme del borde de aquel orificio para evitar caer. Rápidament­e llamé a un cura que vive cerca de la casa y a ver tal situación empezó a hacer unos rezos.

Aquello empezó a calmarse hasta que finalmente volvió a la normalidad y la rara flor desapareci­ó.

Más tarde llamaron del hospital que mi madre había tenido una mejoría considerab­le y fui de inmediato hasta allá y con fuerza, la abracé.

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