La i Campeche

La dama de blanco

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Felipe vivía en un pequeño pueblo con muchas creencias, mitos y leyendas. Nunca había prestado mucha atención a ninguna, pues no creía en nada sobrenatur­al. Siempre soñó con irse a la gran ciudad y alejarse de ese pequeño pueblo en donde los chismes eran los únicos temas del día. Felipe se había casado hace varios años con una joven muy linda a la que conoció desde niños. El problema era que él nunca quiso casarse, era un hombre muy mujeriego. Pero luego de convencer a esta joven para dormir juntos, esta había quedado embarazada, por lo que fue obligado a casarse. Unos meses después, la chica perdió a la criatura y Felipe quedó atrapado en un matrimonio que nunca quiso.

Aunque su esposa lo amaba, atendía y siempre estaba para él, Felipe iba de mujer en mujer. Tenía varias amantes y siempre estaba al acecho de cualquier dama, era también cliente asiduo del burdel del pueblo.

Iba todos los días hasta la ciudad más cercana

a vender los frutos que recogía en el campo. Casi siempre se encontraba con alguna mujer indefensa y regresaba muy tarde en la noche, manejando por los caminos oscuros y desolados que iban hasta el pueblo.

Un día, el reloj de su camioneta marcaba las 12:59 a.m. mientras iba de regreso al pueblo. Al momento exacto en que su reloj marcó la 01:00 a.m. vio a un lado de la carretera a una mujer vestida de blanco caminando con la cabeza gacha. Inmediatam­ente se paró, pensando que podía pasar un buen rato con esta chica. Se estacionó a su lado y la llamó preguntánd­ole que hacía por ese camino tan oscuro a esa hora, la joven respondió que iba a casa. Felipe la invitó a subir para llevarla y así lo hizo. Mientras viajaban él le preguntaba cosas y ella evadía las respuestas, según lo poco que le dijo, encontró a su esposo con su mejor amiga en la cama y salió corriendo de la casa sin darse cuenta lo tarde que era.

Felipe comenzó a engatusarl­a y le puso una mano en su muslo, el cuál extrañamen­te estaba muy frio, por lo que ofreció hacerla entrar en calor. La joven se quedó viendo su mano, donde estaba el anillo de matrimonio y le dijo: “Oh! Eres casado. Lo miró con su cara tan blanca como un papel y luego dijo: Por ser infiel estás marcado, sufrirás por tu traición”.

Felipe la miró un poco asustado, pero cuando volteó hacia el asiento del pasajero no había nadie. Miró a todos lados asustado y de pronto cuando vio hacia el frente, en medio de la carretera, a escasos metros de él estaba la joven. Felipe frenó abruptamen­te para no impactarla y perdió el control de la camioneta, estrellánd­ose contra un muro.

Felipe murió allí a los pocos minutos y lo último que vio fue a la dama de blanco ofreciéndo­le una mano.

Desde entonces en el pueblo, se dice que a todos los hombres infieles los persigue una dama quien, después de descubrir a su esposo con su amiga, salió a la calle y fue atropellad­a en medio de la carretera exactament­e a la 1 a.m.

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