Atasco en el ascensor
Paul Brown era un periodista recién graduado que tenía que cubrir la fuente de sucesos en el periódico más importante de la región. Una de las particularidades de la fuente de sucesos es que observas casos de asesinatos, suicidios y accidentes tráficos muchas veces por semana.
La idea era reportarlos como una noticia durante cinco días y a los casos más llamativos realizarles un trabajo de investigación digno de un Pulitzer —premios al logro al periodismo impreso—. Así fue como Paul empezó a investigar el misterio del ascensor, el cual registraba en un periodo de tres semanas, 12 atascos que causaban la desaparición física de las personas que allí se encontraban.
El ascensor misterioso se ubicaba en un viejo edificio de la ciudad. Era un edificio municipal utilizado por personas humildes cuyo objetivo era recibir fondos y pensiones para poder sobrevivir. Es decir, la mayoría se encontraba en situación de calle.
También era utilizado por abogados, trabajadores
sociales, vigilantes, servicio de limpieza y demás personal que laboraba en aquella edificación. Cuando apareció el primer caso de atasco fue en la primera tormenta del año. Se presumía que esta había afectado el sistema eléctrico.
Los bomberos fueron avisados y se presentaron con puntualidad. Había siete personas encerradas y se encontraban entre el piso 7 y 8. Mientras los bomberos subieron hasta la azotea para mover el ascensor manualmente, ocurrió lo impensado: no había polea que sujetara el ascensor, nadie lo podía creer. Una caja de hierro capaz de soportar el peso de 10 personas se encontraba levitando en el aire. Aquellos segundos que parecieron minutos dieron paso a la tragedia. El ascensor se desplomó y cuando fueron por los cadáveres, no había ninguno. El edificio fue clausurado a la tercera semana y Paul fue a inspeccionar. Cuando ingresó al lugar abandonado y sucio, se tele transportó a la tierra de los desaparecidos, quienes se habían adueñado del edificio en otra realidad.