El tesoro del toro

Martha Ek, originaria de Dzitbalché, de Calkiní, Campeche, cuenta una leyenda cuyo único testigo ya no está entre los vivos, en su hermosa casa. Sin embargo, aún siguen los jarrones y tinajas que albergaban un tesoro.

“Agosto es uno de los meses más raros, pasan muchas cosas, pero siempre se recuerda que antes en el pueblo, todos los días primero de cada mes, salía un toro negro, grande, era una exageración, la gente le tenía mucho miego. Contaban que hasta lumbre le salía por los ojos”, relata. “Nos contaban que nadie sabía de dónde era, ni de dónde salía, pero la gente se espantaba, hasta que alguien lo encaró. Se trataba de un borrachito por el que nadie daba ni cincuenta centavos”. “Dicen que, cansado de que espantara a la gente, y sin temer que lo matara, se tomó unas cervezas y

esperó al animal. Dio la noche y apareció el toro. El hombre, envalentonado, le preguntó porqué asustaba a la gente y respondió que había muerto cuidado un tesoro, que se lo quería entregar a alguien que lo necesitara, pero la gente huía siempre”.

“El toro le dijo que había visto la necesidad de los campesinos al ir a sus terrenos, pero todos corrían. Luego le pidió que lo siguiera y lo llevó debajo de un árbol de ramón, donde siempre se veía una llama en la tierra. Tras entregarle el tesoro el alma en pena halló descanso”.

“Se dice que el borrachito escarbó donde el animal le dijo y sacó varias tinajas y jarrones de monedas. Ya murió el señor, pero si vas a su casa, desde afuera se pueden ver todavía algunos jarrones. Se hizo millonario de la noche a la mañana y el toro no volvió a salir nunca más”, relató.