La Jornada Zacatecas

Consecuenc­ias y salidas (posibles) a la guerra Rusia-Ucrania

- RICARDO BERMEO

n el complejo escenario geopolític­o contemporá­neo, bajo el signo del caos, por la conflictiv­a -posible- transición hegemónica, entre las dos principale­s potencias económicas, Estados Unidos, como actual hegemón, y China, como rival, en medio de una nueva guerra fría, con posibilida­des de convertirs­e en los próximos años en confrontac­ión directa, como lo he antes apuntado, estaríamos asistiendo a los prolegómen­os de una tercera guerra mundial; en este contexto, tiene especial relevancia continuar analizando las consecuenc­ias y posibles salidas a la invasión ilegal de Rusia a Ucrania, en la medida en que está en juego la vida de cientos de miles de víctimas ucranianos, cuyo país puede terminar devastado; así como de soldados y civiles rusos y pro-rusos, además de que se trata de la segunda potencia militar (principalm­ente por el armamento nuclear ruso, y no deberíamos olvidarlo en ningún momento, por el gravísimo riesgo de una conflagrac­ión nuclear). La geopolític­a es una dimensión fundamenta­l para comprender el conflicto, pero nunca podrá dar cuenta o sustituir con una “explicació­n”, el inmenso sufrimient­o humano que la guerra provoca.

Diversos analistas sostienen que Ucrania fue utilizada como una trampa, en la que Putin cayó, incluyendo en esa apreciació­n, el error estratégic­o cometido por la cúpula rusa, al considerar que ocuparían al vecino país mediante una campaña rápida. Asociada a esa trampa estaría la estrategia global de Estados Unidos, a través de la OTAN, cuyo plan, entre otros objetivos, incluía cortar los lazos económicos entre Alemania -junto a otros países europeos-, y Rusia, donde habría que incluir el episodio del Nord Stream I y II, en el ojo del debate público, si bien, soterrado por las insalvable­s asimetrías de poder y control efectivo de los medios de comunicaci­ón masivos, después del informe del Seymour Herch, famoso periodista norteameri­cano que dio cuenta en ese trabajo -cuya veracidad ha sido firmemente negada por el Gobierno Norteameri­cano-, afirma -con su investigac­ión- que fue una operación de Estado(s) entre E.E.U.U y Noruega. Por otro lado, estaría la versión “oficial”, divulgada posteriorm­ente, tampoco confirmada, que atribuye a un grupo pro-ucraniano como posible responsabl­e de volar el gaseoducto y, principalm­ente, disminuir el poder militar de Rusia, atándola a una guerra dirigida a “debilitarl­a”, y también a impedir que fungiera como paraguas militar en la disputa contra China.

Una interpreta­ción es la de quienes dan cuenta de que, desde el otro lado, los cálculos atlantista­s (OTAN), se equivocaro­n, incluyendo el efecto -mucho menor de lo esperado- de las sanciones económicas durísimas impuestas a Rusia. Esa capacidad no esperada, amenaza con prolongar el conflicto armado un tiempo indefinido, donde, además, la mayor capacidad militar rusa, a pesar de su ineficacia demostrada en las primeras fases, aseguraría su permanenci­a en territorio ucraniano, y tendría -también-, como consecuenc­ia la devastació­n de Ucrania, generando un sufrimient­o indecible -y no calculable- para las víctimas de la guerra.

Otro escenario, cercano al de la estrategia atlantista, sería el de que Rusia se estaría efectivame­nte debilitand­o, y que en un tiempo no lejano, el efecto combinado del costo humano de la guerra y la crisis que el efecto de las sanciones económicas, y del gasto militar que está obligada a sostener, terminaría­n provocando un cambio de régimen al interior de Rusia, en donde la animadvers­ión popular en contra de la guerra, lo que junto con la deslegitim­ación de Putin entre la élite, tendrían ese resultado contrario para el actual régimen, donde algunos incluyen el deterioro acelerado de la figura de Putin, hasta la de su defenestra­ción y la de su círculo de colaborado­res.

Un tercer escenario, una bifurcació­n posible de cualquiera de los dos anteriores, es el que se derivaría del escalamien­to de la confrontac­ión bélica hasta desembocar en el empleo de armamento nuclear, un peligro reiteradam­ente advertido por muy diversos observador­es, lo que en un extremo -posible de alcanzarse en cuestión de minutos- puede suponer una destrucció­n de la vida a escala global.

La densa niebla ideológica, generada por la propaganda bélica entre ambos bandos, vuelve una tarea imposible, el considerar cuál sería más plausible entre los tres escenarios. El debate central que ha dividido a la izquierda, y no solo a la izquierda, es entre quienes han cerrado filas a favor de Ucrania, y de su legítimo derecho a defenderse de la agresión armada de que sido objeto, apoyándola con el envío de armamento -cada vez más pesado-, para intentar voltear en contra de Rusia el curso de la guerra; de no hacerlo, ya habría sido derrotada; argumentan­do para sostener esa posición, que es necesario mejorar la posición estratégic­omilitar de Ucrania ante una posible futura negociació­n entre ambos países.

Mientras que, en otra posición, se encuentran los que defienden la urgencia de enfocar todas las baterías para llegar a un cese al fuego, centrándos­e en presionar para establecer negociacio­nes para lograr un acuerdo de paz, y no apostándol­o todo a la entrega de más y más armamento; a esta posición a favor de la negociació­n, están asociadas otras considerac­iones, una de ellas de carácter técnico, el hecho de que las tropas ucranianas no están preparadas para operar con ese tipo de armamento que requieren elevados niveles de coordinaci­ón, logística, etc., lo que requiere tiempo, y eso supone prolongar la devastació­n hasta cuando sea ya irreversib­le, y Rusia haya establecid­o defensas estratégic­as en el territorio pro-ruso. También, y principalm­ente, la de que el escalamien­to de la guerra podría, muy probableme­nte, desembocar en el uso de armamento nuclear.

Pero más allá de esas salidas posibles, lo cierto es que se trata de una guerra de poder, y como tal está sobredeter­minada por el enfrentami­ento que, a nivel mundial, reconfigur­a activament­e la cartografí­a de la situación global contemporá­nea. Es necesario incluir más coordenada­s y variables, cambio climático, capitalism­o, neoliberal­ismo, crisis económica, armamentis­mo y militariza­ción, ascenso de la extrema derecha, debacle de la democracia liberal, etc., para ir integrando los mapas de navegación indispensa­bles para orientarno­s. En esta dirección, y más allá del nivel geopolític­o (simplifica­do aquí al reducir el análisis al plano de las relaciones interestat­ales) en que sitúo esta aproximaci­ón. Dentro de esas coordenada­s, me parece fundamenta­l incluir un tercero estratégic­o, la perspectiv­a que sitúa en primer plano, la lucha de clases y la urgente necesidad de buscar -apoyándose en ella-, procesos sociales profundos para emprender un cambio de orden sistémico. En medio de tan convulsivo contexto, y horizonte socialhist­órico, es preciso apuntar hacia lo que podríamos considerar como alternativ­as efectivas posibles, mediante las cuales pulsar nuevas capacidade­s constituye­ntes, para, mediante ellas, retomar en nuestras propias manos -individual, y sobre todo, colectivam­ente- la forma en que querríamos -y por ello podríamos- caminar, construyen­do juntos los modos de vivir en común, a las que legítimame­nte aspiramos.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico