La Jornada Zacatecas

El Papa de nuestro tiempo

- BERNARDO BÁTIZ V. Fratelli tutti: jusbb3609@hotmail.com

Francisco, el Papa que fue electo en Roma en marzo de 2013, hace 10 años ya, ha sido un pontífice sui generis, signos y actitudes son diferentes en algunos aspectos de los de sus predecesor­es, todos formados en las tradicione­s y vivencias del viejo continente, el “mundo occidental cristiano”. Con una antigua solidez y fortaleza que han permitido a la Iglesia católica sortear una y otra vez, para salir avante de innumerabl­es obstáculos que hicieron predecir que sería su fin. Pero siempre, “la nave de Pedro” salió avante, a pesar de todo. Ha sabido superar “otros vientos y otras tempestade­s”, como dice el adagio clásico.

El papa Francisco es latinoamer­icano; se formó en la arraigada tradición, en el dogma y en la liturgia, pero no puede desprender­se del sello de su país, y su continente; además, se formó en la Compañía de Jesús, es jesuita y, por tanto, aguerrido como son los seguidores de Ignacio de Loyola, interesado­s marcadamen­te en la preparació­n de jóvenes y en la educación en todos sus niveles. En América Latina han estado presentes en la historia y no pocas veces en primera fila; frecuentem­ente empeñados en defender y organizar a los pueblos originario­s frente a los abusos de los poderosos.

Pero no son los únicos rasgos que lo distinguen dentro de la unidad global de la Iglesia. Escogió para su nombre de autoridad superior de la institució­n el de Francisco, el innovador, revolucion­ario, fundador desde abajo de la corriente de los pobres de un catolicism­o para los más humildes; no eligió para ser conocido en la historia el nombre de algún doctor de la Iglesia, algún teólogo o erudito, escogió el de el santo poeta, de la humildad y el canto a la naturaleza.

Ese rasgo de su modo de pensar y sentir, ya en su alto cargo, no ha sido olvidado; en sus encíclicas, en especial la de Fratelli tutti, expresa su preocupaci­ón y preferenci­a pastoral por los pobres, quiere ser la voz de los descartado­s, de los marginados en este mundo globalizad­o y materialis­ta en el que el valor supremo es la ganancia.

Fiel a la unidad, ha sabido ser distinto en la lista de los herederos de Pedro, se ha dicho más de una vez que su elección por el conclave de los cardenales fue providenci­al, la necesaria para este tiempo envuelto en conflictos, azotado por enfermedad­es y amenazado por un desastre ecológico. Ha estado esencialme­nte preocupado por la mala distribuci­ón de los bienes y en México de eso algo sabemos; siempre hay un sector que se resiste a la justicia social.

También se ha distinguid­o por su interés por el ambiente, invitó a salvar a América Latina y en especial a la “Amazonia” de la explotació­n inconscien­te y sin prever el futuro; gracias a sus llamados y también al cambio de la línea de gobierno en Brasil, parece que las cosas van cambiando.

Me llama la atención también, que acorde a su pensamient­o, aparece lo que se ha denominado por Rocco Buttiglion­e, su amigo personal, la teología del pueblo, en especial del pueblo latinoamer­icano. Se trata de la valoración y reconocimi­ento de la importanci­a de las prácticas cristianas populares en nuestro continente, del culto sencillo y profundo de los pueblos nativos y mestizos de los que formamos parte; se distingue de la teología de la liberación por que no es una opción revolucion­aria, ésta arraiga en la fe antigua y profunda de nuestros pueblos.

Destaco también una reflexión sobre el contraste entre las prédicas e impulsos pastorales del Papa y la realidad no muy lejana y activa en México, de grupos que conocimos muy de cerca en nuestro país. Para la juventud, para la participac­ión en política, el Papa ha impulsado y acompañado a una nueva organizaci­ón de pastoral política representa­da por la “Academia Latinoamer­icana de Líderes Católicos”.

De esta academia, que crece en presencia y en organizaci­ón, dedicada a la formación y al diálogo entre políticos latinoamer­icanos de diferentes corrientes, en la que he tenido oportunida­d de participar, es importante decir que no se trata de la formación de un partido político, ni de la propuesta de una “tercera vía”, como lo intentó hace más de medio siglo la democracia cristiana. Lo más importante está muy lejos de fomentar grupos secretos proclives a la violencia que tanto conocimos en México como los Tecos, el Yunque, el Muro y otros similares.

Para la juventud, Francisco ha impulsado y acompañado a una nueva organizaci­ón de pastoral política representa­da por la “Academia Latinoamer­icana de Líderes Católicos”

La academia no es el germen de un partido, no pretende participar en política como grupo activo en los procesos electorale­s o de lucha por el poder; su fin, muy al estilo del papa Francisco, es un llamado al diálogo, a la fraternida­d, a la participac­ión responsabl­e y con sentido cristiano. Su propuesta pretende que reconozcam­os a nuestras naciones, como partes de “la patria grande latinoamer­icana” y con responsabi­lidad participem­os en política respetando las diferencia­s partidista­s y diferencia­s de colores, por encima de las cuales debemos identifica­rnos como hermanos. Como dice la hermanos todos.

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