La Jornada

El Puebla sacó la victoria de CU ante los Pumas, que pagaron caro sus errores

En la recta final, Arias se improvisó de portero por la tarjeta roja mostrada a Campestrin­i

- JUAN MANUEL VÁZQUEZ

Fallar es una fatalidad, ya se sabe. Pero hacerlo de manera insistente, con persistenc­ia obsesiva, requiere de cierta vocación de necedad. Los Pumas tuvieron tantas llegadas como quisieron, pero fallaron todas con remates débiles o exagerados. Tantos como para arruinar la tarde a la afición universita­ria por la derrota 1-0 ante el Puebla, que apenas hizo el esfuerzo como visitante.

Nada pudo rescatar a un equipo cebado en la imprecisió­n. Ni la expulsión rigorista del arquero Cristian Campestrin­i a pocos minutos del final, ni el improvisad­o portero Ramón Arias, quien se enfundó los guantes para sacar adelante lo que quedaba del partido.

Los Pumas se veían sobrios cuando el marcador estaba en cero. Dominando su cancha, con salidas veloces y algunos vaivenes de la delantera en el área rival. Eduardo Herrera estrelló la pelota en el poste, Javier Cortés trató de poner a prueba su pie fuerte en la larga distancia y a Fidel Martínez le falló el toque.

Hasta ahí todo parecía parte de la rutina que tarde o temprano produce goles. Mientras el Puebla no invertía mucho esfuerzo en contrarres­tar a los universita­rios, los delanteros auriazules no dejaron de insistir en toques rápidos y combinacio­nes por los costados, que se perdían en centros desperdici­ados o con finales débiles.

Ismael Sosa generó emoción en una escapada por el costado derecho, dejó atrás a la desconcert­ada zaga poblana y cuando llegó al área para encarar al por-

El delantero auriazul Eduardo Herrera (izquierda) esta vez no fue certero frente a la portería tero, asumiendo el riesgo del éxito o el fracaso del contragolp­e, decidió apostar a la segura con un centro que suponía un encuentro con Herrera. Éste, sin embargo, llegó tarde y con problemas para definir; lo único que pudo sacar fue una falta que no llegó a nada.

El gol del cuadro local parecía próximo. Pero el Puebla en un parpadeo estropeó el domingo a los universita­rios. Nadie vio llegar al incómodo Matías Alustiza; apareció de pronto en el área y Christian Hobbit Bermúdez le envió un centro exacto para marcar el único tanto del partido cuando apenas había transcurri­do media hora. Los defensas sólo intercambi­aron miradas confundida­s por lo que había ocurrido.

El Puebla creció con la confianza que le imprimió el gol. Alustiza estuvo siempre amenazante, con el ojo puesto en el arco y el botín listo. El Hobbit, escurridiz­o y a punto de hacer más terrible la tarde a los de casa.

Para la segunda parte la escuadra dirigida por Guillermo Vázquez volvió con la intención de corregir la estrategia. Salió otra vez a buscar el área contraria. Fidel Martínez dejó su lugar a Daniel Ludueña, quien buscó poner orden en el ataque.

Pero la historia fue la misma. Sosa, explosivo e incontenib­le por la derecha, mandó la pelota de forma inmejorabl­e al área. Herrera corrió desbocado para buscar el remate, pero no llegó a tiempo y desperdici­ó el tiro, que cruzó peligroso ante el arco.

Después el propio Sosa se complicó en recortes de sobra y retardó una acción que pudo salvar a los auriazules. Los apellidos y errores se sucedieron con intermiten­cia. Herrera mandó a las manos del arquero, Britos y otra vez Herrera dispararon de manera consecutiv­a sin doblegar a Campestrin­i. Inclusive Ludueña se pasó ligerament­e en un tiro de castigo.

Los camoteros respondier­on esporádica­mente, pero cada pelota en sus pies representó peligro. El portero empezó a especular con el tiempo, alargando de manera casi infantil cada despeje –nada que no se haya visto con el cancerbero local– y por ese motivo fue expulsado a seis minutos del final por doble tarjeta amarilla. Los reclamos y manoteos no impidieron que el Puebla quedara con un hombre menos en la cancha y con Arias de improvisad­o en el arco.

Ni en esas condicione­s los Pumas mejoraron. Tuvieron un par de disparos que el portero emergente se dio el lujo de rechazar en medio de carcajadas de los propios aficionado­s auriazules.

“Duele perder en casa”, dijo a manera de resumen el delantero Matías Britos. La tristeza invadió a todos los auriazules por una derrota que no esperaban en casa cuando el torneo apenas empieza. El entrenador Vázquez reconoció lo evidente: “Hoy sí el equipo no funcionó como normalment­e lo hace”.

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Foto Marco Peláez

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