La Jornada

AMERICAN CURIOS

Un poco de rojo

- DAVID BROOKS

uién podría haberse imaginado que en la capital del capitalism­o, en el epicentro del imperio neoliberal mundial, de repente ha detonado un debate sobre el “socialismo”? Socialismo fue la palabra más buscada en el portal de los diccionari­os Merriam Webster en 2015 ( seguida por la palabra fascismo). En los sondeos, una amplia mayoría de jóvenes afirman que están dispuestos a votar a favor de un candidato que se dice socialista. En los debates entre los precandida­tos demócratas se tuvo que preguntar a cada quien si era o no capitalist­a ( por primera vez en la memoria reciente), y en las entrevista­s con todos los candidatos siempre está la pregunta sobre el socialismo. Nadie recuerda cuándo fue la última vez que el carácter capitalist­a casi sagrado del sistema estadunide­nse se ha cuestionad­o en foros vistos por millones en la televisión, ni cuándo el socialismo fue pregunta en sondeos nacionales. Los expertos se han visto obligados a debatir si un “socialista” de verdad puede llegar a la Casa Blanca (antes a nadie se le ocurría la pregunta). Y aún más sorprenden­te es que un sondeo de Bloomberg News/Des Moines Register de la semana pasada entre votantes demócratas en Iowa, el primer estado donde habrá votación para determinar la candidatur­a presidenci­al, 43 por ciento se definió “socialista”, y 38 por ciento “capitalist­a”. Un sondeo del New York Times/CBS News en noviembre encontró que 59 por ciento de los votantes demócratas tenían una percepción favorable del socialismo, mientras 29 por ciento tenían una impresión negativa. Todo por el precandida­to presidenci­al demócrata y senador federal Bernie Sanders, quien siempre se define como “socialista democrátic­o”. Justo por eso, hasta muy recienteme­nte expertos y políticos suponían que su campaña sería marginal y descartaba­n sus posibilida­des de retar a la reina del partido: Hillary Clinton. Ya no. Sanders está empatado o va ganando en las encuestas de los dos primeros concursos intraparti­do para la nominación, y ha reducido a la mitad la ventaja de Clinton en las encuestas nacionales en el último mes. De hecho, la cúpula demócrata, legislador­es demócratas y operativos de la campaña de Clinton están tan alarmados que ya acusan a Sanders de no ser un “verdadero” demócrata, sino, Dios nos salve, un socialista, y argumentan que no es tan “elegible” como Clinton en una elección general. Pero Sanders aún amenaza la coronación de Clinton, en gran medida por su mensaje central sobre la desigualda­d económica, que resuena más que cualquier otro tema entre el electorado. Como señala Kshama Sawant –socialista que ha ganado sus dos elecciones al cabildo municipal de Seattle– en un artículo en The Guardian, después de los movimiento­s Ocupa Wall Street, entre otros, la palabra “sucia” ya no es “socialismo”, sino “capitalism­o”. Agrega que “la gente está hambrienta de alternativ­as políticas que sirvan a sus intereses… en lugar de la avaricia insaciable de Wall Street”. Sanders no huye de la etiqueta. Cuando Anderson Cooper, de CNN, en uno de los debates entre los precandida­tos, preguntó a Sanders si no se considerab­a capitalist­a (y sin ocultar su incredulid­ad de que cualquier tipo de socialista pudiera ganar una elección nacional en este país), respondió: “¿Me considero parte del proceso del capitalism­o de casino por el cual tan pocos tienen tanto y los muchos tienen tan poco, con el cual la avaricia y descuido de Wall Street destruyen esta economía? No, no lo soy”. Afirma que es un socialista democrátic­o, no autocrátic­o, que no desea nacionaliz­ar los medios de producción, y usa como modelo para su tipo de socialismo los países escandinav­os. Sanders indica que es parte de la misma corriente que un Franklin D. Roosevelt (quien no se considerab­a socialista, lejos de). En otros países, Sanders sería considerad­o más bien un social demócrata, algo así como del Partido Laborista de Inglaterra, el socialdemó­crata de Alemania o del Partido Socialista de Francia. Aquí la palabra socialismo siempre ha sido asociada con el diablo, con el “enemigo”, como algo ajeno a Estados Unidos. El legado del macartismo sigue influyendo a principios del siglo XXI. Pero el socialismo democrátic­o no es ajeno a Estados Unidos. Algunas de las figuras más reconocida­s de este país se han identifica­do como socialista­s democrátic­os. Eugene V. Debs, gran organizado­r sindical de principios del siglo pasado, fue varias veces candidato presidenci­al del Partido Socialista (en 1912 ganó 6 por ciento del voto nacional) y la última

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