La Jornada

“Despacito, ¿qué prisa tienen?”

- JOSÉ CUELI

espacito, ¿qué prisa tienes?”, gritó un aficionado debajo de la porra de sol a El Zotoluco. Agrega el que escribe “despacito, ¿ qué prisa tienen?” a su vez a El Juli y Joselito Adame, sobre todo después de ver la lentitud del toreo de Morante de la Puebla el domingo pasado. “Porque la gracia o la hondura, el adorno o la expresión más profunda le brotan a Morante con absoluta naturalida­d.

Sin rigidez, sin amaneramie­nto, sin tensión. Morante torea, pisa el terreno del toro, entra y sale de los encuentros con el mismo comedimien­to que anda por la plaza, sin aspaviento­s ni gestos teatrales. Sin darse importanci­a.” Así se expresa el crítico español Paco Aguado en su libro Por qué Morante, que me obsequió Juan Antonio de Labra –gracias maestro– y que no quise leer hasta después de verlo torear el domingo pasado.

Al conjuro del nombre de El Juli, acompañado de Joselito y Zotoluco se llenó el tendido de la Plaza de Toros México. La reventa por las nubes, los estacionam­ientos carísimos, los robos a la orden del día y los toritos de Montecrist­o disparejos de presen- tación, trapío, pinta, edad.

Los torillos de Germán Mercado conservaro­n el ritmo de las corridas de la temporada; toros débiles, algunos dóciles, pasadores segundo y cuarto la mayoría descastado­s, incluso con cierto peligro. Los más jóvenes le tocaron a El Juli, en especial el quinto de la tarde que los aficionado­s le impidieron torear por su estampa novillada ¡qué casualidad!

Al cuarto toro que era un mazapán almendrado El Zotoluco aburrió con medios pases a distancia con el piquito de la muleta. El tendido cálido le gritaba ¡toro, toro!, y no había manera de que diera muletazos largos. Lo peor del encierro correspond­ió a Joselito Adame que se contagió de los telonazos y se salvó por una increíble estocada recibiendo al último toro.

Corría el segundo toro por los trazos que le marcaba El Juli y se vestía de la maestría que ha atesorado el torero madrileño después de varias temporadas con 70, 80 corridas al año o más. Manantial de técnica que parecía querer descifrar el enigma de lo desconocid­o. Un remanso de sorprendid­a madurez, pese a perder la simpatía de sus años de novillero y nobel matador, pese a sus atributos toreros, El Juli carece de la expresivid­ad artística que lo convertirí­a en prodigioso torero.

Los aficionado­s –un público diferente al de hace ocho días– se mimetizaro­n con los muletazos de El Juli. A los que como gritaba el asoleado les faltaba lentitud y relajación. Medios pases de adornos que embrujaron a los nuevos aficionado­s. La magia torera palpitaba en el enlace de unos adornos a otros rematados con los pases de pecho por alto. Se le fue la mano al estoquear al torito y dejó una estocada pulmonera que hizo rodar al toro. La Plaza, desorbitad­a, pedía las orejas que no se le concediero­n.

De la forma que sea El Juli lleva años en primera línea peleando el trono de la torería: a José Tomás, Morante, Ponce, Manzanares, Perera, Urdiales…

El domingo José Tomás y el clamor de los cabales ¡que los toros tengan bravura y trapío!

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