ASTILLERO
Trump: pegas y te vas ◗ Humillación en Los Pinos Sin respuesta, lo del muro ◗ Explícita vulnerabilidad
ue una vergonzosa colección de errores. Enrique Peña Nieto rebasado y políticamente humillado en su propia casa que, en términos políticos, es la casa de todos los mexicanos. Donald Trump hizo lo que quiso, desde aceptar de bote pronto (conforme a sus conveniencias de campaña) la torpe invitación hecha por el gobierno (¿?) mexicano, hasta manejar a su gusto el tema central del muro fronterizo que desea construir y respecto al cual ya hizo entender que es un tema que avanza, “hablado” con el anfitrión que casi lo estaría aceptando, aunque faltaría por definir quién lo acabará pagando. ¿Quién va a pagar por el muro?, preguntó algún reportero extranjero a Trump, quien manejó esa parte de la comparecencia conjunta como si él fuera el anfitrión y jefe. “Eso no lo discutimos, no hablamos eso, ¿quién va a pagar por el muro?, eso no lo dijimos, no lo hablamos”, respondió el candidato presidencial republicano. Con esa formulación, Trump estaba dando por hecho que el muro fronterizo se construirá, aunque sin entrar en detalles respecto a la parte que correrá con tales gastos. Peña Nieto no atajó la frase ni la explicó. La dejó correr conforme la había planteado Trump, a tal grado que en algunos portales de medios informativos estadunidenses se comenzó a manejar la interpretación de que el mexicano había aceptado la construcción del muro, pero sin acuerdo aún respecto a la manera de sufragarlo. Ante ello, el ex gobernador del estado de México tuvo que acudir a la rapidez de Twitter para tratar de explicar su actitud: “Al inicio de la conversación con Donald Trump dejé claro que México no pagará por el muro”, y “a partir de ahí, la conversación abordó otros temas, y se desarrolló de manera respetuosa”. Pudo haberse acogido, para explicar su silencio a la hora en que Trump hizo público lo del muro, a la doctrina de los “errores de estilo”, pues a fin de cuentas lo que mostró fue un estilo acotado, encogido, timorato, sin las reacciones declarativas oportunas ni el tono creíble de defensa de los intereses de los mexicanos, por más que así lo hubiera dicho en alguna línea de su discurso. Ya antes había desempolvado otro de sus recursos favoritos, pues adjudicó a “malinterpretaciones” lo que Trump ha dicho contra los mexicanos que viven en Estados Unidos (a los que ha acusado de criminales y violadores, y contra los cuales ha promovido acciones de odio, que han llegado a causar derramamiento de sangre). Es decir, otro error “de percepción”, según la acomodaticia óptica peñista. Con Los Pinos como casa de campaña, y Peña Nieto como ¿involuntario? ayudante electoral, Trump vino, vio y venció. La prensa extranjera acudió con gran expectativa a la reunión entre un atacante de los mexicanos y el pre- grosa como si fuera una gesta heroica. La prima Carolina Monroy, el paisano César Camacho, los secretarios de Estado, comenzando por Luis Videgaray, dijeron haber encontrado en la sesión Trump-Peña elementos suficientes para el júbilo patrio. Pero alguien que militaba en las mismas filas cupulares, aunque solamente lo hizo por siete meses, Miguel Basáñez Ebergenyi, embajador de México en Estados Unidos hasta abril del año en curso, según eso relevado por su poca eficacia como contraparte frente a la agresividad de Trump, tuiteó: “Nadie como #Trump ha puesto en tal nivel de pe- o de la Oficina de la Presidencia de la República, o del propio Peña Nieto, al hacer invitaciones a los dos candidatos a hospedarse en la Casa Blanca (la de Washington). El díscolo republicano anunció de inmediato su disposición a venir a México este miércoles, Los Pinos lo anunció el martes por la noche, y Hillary Clinton (tal vez más peligrosa en sus planteamientos hacia México, pero menos escandalosa y desbocada) aprovechó para pitorrearse de la invitación en sí. Incluso, tuiteó en recuerdo del dicho mexicano de “dime con quién andas y te diré quién eres”. Total, puras fallas. Los dislates, el sometimiento, la falta de valentía para enfrentar a un boquiflojo van más allá del penoso episodio de ayer. Como pocas veces, ha quedado de manifiesto el bajo nivel político de la representación formal de México, su vulnerabilidad y lentitud. Cualquiera que llegue al mando estadunidense habrá visto y calibrado la muy reducida capacidad de la contraparte mexicana para defender los intereses de su pueblo. Lo sucedido ayer fue una bofetada para los paisanos que han recibido ofensas y agresiones en Estados Unidos y para quienes residen en el propio México, pero estos golpes, sin resistencia decorosa, pueden agudizar el apetito de una potencia necesitada de controlar más abiertamente a su vecino, dirigido por manos inhábiles y, lo peor, menguadas, timoratas. ¡Hasta mañana!