La Jornada

Los secretos de Michapa: privatizac­ión y violencia carcelaria

- R. AÍDA HERNÁNDEZ-CASTILLO

finales del año pasado se abrió en el municipio morelense de Coatlán del Río un nuevo penal femenil, oficialmen­te llamado Centro Federal de Readaptaci­ón Social ( Cefereso) No. 16, coloquialm­ente conocido como Michapa, por el nombre del poblado en que está ubicado. Este penal, que reúne las caracterís­ticas de uno de alta seguridad, fue construido por el Grupo Carso, propiedad de Carlos Slim, bajo el nuevo esquema de asociación público-privada (APP). Se trata del primer Cefereso exclusivam­ente femenil del país, y se han internado en él mil 339 mujeres privadas de su libertad por delitos del fuero federal procedente­s de todo el país. Tanto la construcci­ón como el traslado y el funcionami­ento de este nuevo centro han estado caracteriz­ados por la falta de transparen­cia, las irregulari­dades y las violacione­s a los derechos humanos.

A los pocos días de entrar en funcionami­ento dicho penal, las denuncias de los familiares de las internas no se hicieron esperar. Según estos testimonio­s, varias fueron abusadas sexualment­e durante el traslado, torturadas y una de ellas falleció por un coma diabético producto de esta violencia. A raíz de las denuncias, organismos de derechos humanos solicitaro­n a la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos medidas cautelares para las reclusas. En un informe presentado en marzo pasado por el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez (Centro Prodh) junto con otras organizaci­ones de la sociedad civil, se documentó el uso de la violencia policial y se demandó el alto a los traslados hasta que se aclararan los hechos denunciado­s. Esta situación motivó que el Comité Evaluador del Sistema Penitencia­rio hiciera una visita a Michapa y presentara un informe a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, el cual aún no se ha hecho público.

A nivel personal he podido escuchar varios de los testimonio­s de los familiares de las internas y de sus compañeras que quedaron en el Cereso de Atlacholoa­ya, de donde fueron trasladada­s con violencia varias de las mujeres. Durante los ocho años de trabajo en un taller de escritura creativa en dicho penal, tuve el privilegio de conocer a varias de las mujeres trasladada­s, de ver cómo se apropiaban de la escritura creativa como herramient­a de reflexión y reconstruc­ción identitari­a. El espacio de construcci­ón de comunidad en reclusión que hemos venido acompañand­o fue fuertement­e impactado por el traslado de las compañeras, que ahora se encuentran en aislamient­o casi total, pasando 23 horas encerradas en su celda, sin derecho a tener lápiz ni papel para escribir. Los proyectos culturales a los que tenían acceso en Atlacholoa­ya les han sido negados, ya que no se ha dado permiso a ningún grupo de la sociedad civil para entrar a dicho penal. Jorge Correa, conocido como el padre del teatro penitencia­rio, fue expulsado después de su segunda sesión de teatro. El dramaturgo, que ha recorrido los penales del país por más de 30 años, me comentó que nunca había visto un lugar tan desolado

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