La Jornada

Murió Marc Riboud, fotógrafo francés cuyas imágenes son íconos del siglo XX

“No soy siempre bueno, pero lo intento”, era como explicaba su singularid­ad y talento

- AFP PARÍS.

Quienes ignoran su nombre conocen sus fotos: el francés Marc Riboud, fallecido el martes a los 93 años, formaba parte del grupo de fotógrafos cuyas imágenes son mundialmen­te conocidas, como Fille à la fleur (Muchacha con flor), que muestra a una militante contra la guerra de Vietnam enfrentada a las bayonetas de los soldados.

Él se decía un paseante, fotógrafo más que fotoperiod­ista, y le gustaba tomarse su tiempo para capturar, en blanco y negro, momentos cruciales de un mundo en constante cambio. Su mirada, inusual, era capaz de captar mágicos instantes de gracia, como en su Peintre de la Tour Eiffel (Pintor de la Torre Eiffel), donde un hombre parece danzar en medio de las viguetas metálicas por encima de París, pincel en mano. Una foto convertida en ícono de la capital francesa.

“Se diría que se mantiene en equilibrio gracias a su pincel. Yo no tengo ningún mérito, salvo el de haber subido a pie las escaleras de caracol de la torre”, comentaba en 2009.

Fue tras vender el negativo de esta foto a la revista estadounid­ense Life, en 1953, que este joven ingeniero, entonces treintañer­o, procedente de una familia de la burguesía de Lyon, será “ordenado” fotógrafo y se encontrará con Henri Cartier-Bresson y Robert Capa, quienes lo in- vitaron a integrarse a la prestigios­a agencia Magnum. En 60 años de carrera, sus fotografía­s fueron publicadas en numerosas revistas, como Life, Geo, National Geographic, Paris Match o Stern. “La mayor parte del tiempo, miro, me paseo, he paseado mucho”, resumía.

Luciendo melena blanca y de talante bromista, defendía su singularid­ad. “Yo no soy un fotope- riodista, tampoco un artista, soy fotógrafo, eso es todo”, repetía. Añadiendo, “no soy siempre bueno, pero lo intento”.

Nacido el 24 de junio de 1923 cerca de Lyon en una familia de siete hijos, hermano de Antoine, fundador y presidente del gigante del sector agroalimen­tario Danone, y de Jean, que presidió Schlumberg­er (empresa de servicios petroleros), Marc Riboud comenzó a hacer fotos a los 14 años, con una cámara Vest Pocket negra utilizada por su padre en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial.

Un compás en el ojo

Durante la guerra contra los nazis, se unió a la resistenci­a francesa cerca de Vercors, y tras la contienda, decidió dedicarse plenamente a la fotografía. “Nacido topógrafo, un compás en el ojo”, dijo de él su mentor Cartier-Bresson, haciendo alusión a su capacidad extraordin­aria para encuadrar y capturar las imágenes. Después de más de medio siglo de dedicación, Riboud, quien siempre llevaba una cámara consigo, continuó insaciable­mente fotografia­ndo el mundo. Eso sí, siempre con una cámara tradiciona­l. “Probé la cámara digital, una tarde, una vez”, recordaba.

“VENDÍ REPORTAJES FOTOGRÁFIC­OS PORQUE LA PRENSA ERA EL ÚNICO MEDIO PARA VIVIR”

Con 85 años viajó a Estados Unidos para inmortaliz­ar la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca.

“Vendí reportajes fotográfic­os porque la prensa era el único medio para vivir”, pero “pocas veces he ido en búsqueda de la actualidad, de la noticia”, confesó.

“La foto es una cuestión de suerte”, solía decir. También hay “trabajo, energía y... ser un poco paciente”.

 ??  ?? Una visitante se acerca a la instalació­n Salón de los espejos ( Mirror room, 1991) de la artista japonesa Yayoi Kusama, pieza que forma de la exposición Arte en el infinito que se presenta en el Museo de Arte Moderno en Estocolmo ■ Foto Afp
Una visitante se acerca a la instalació­n Salón de los espejos ( Mirror room, 1991) de la artista japonesa Yayoi Kusama, pieza que forma de la exposición Arte en el infinito que se presenta en el Museo de Arte Moderno en Estocolmo ■ Foto Afp

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