La Jornada

MÉXICO SA

EPN derrapa y se inclina ◗ ¿‘‘Mala interpreta­ción’’? ◗ Trump corea: el muro va

- CARLOS FERNÁNDEZ-VEGA

reerá el inquilino de Los Pinos que su abominable ocurrencia de traer al energúmeno de Donald Trump es de “las cosas buenas (…) que cuentan mucho”? ¿Qué enemigo de Enrique Peña Nieto ideó tal barbaridad? Quién sabe, pero el hecho es que si no fue él mismo, al de la residencia oficial le pareció una brillante idea, y dio luz verde para que el neoyorquin­o que odia a los habitantes de este país y promete borrarlos del mapa no sólo continuara aquí su campaña electoral a costillas –una vez más– de los mexicanos, sino que el propio EPN le obsequiara una enorme bocanada de aire fresco a un candidato que va en declive. No satisfecho con tomar una de las peores decisiones de su gobierno, Peña Nieto se aventó la puntada de afirmar que, con Trump, “tenemos una coincidenc­ia fundamenta­l”. ¿Cuál sería? ¿La falta de respeto a los mexicanos?, o los calificati­vos de “criminales, ladrones, violadores” y de ser “portadores de enfermedad­es mortales”. Tal vez caminen de la mano en la construcci­ón del muro fronterizo propuesto por el gringo y la “obligación” de México de asumir el costo de la obra (algunos ya proponen que la constructo­ra sea Higa, con el reparto de bienes inmuebles que acostumbra con cada contrato). ¿Cuál sería la concomitan­cia? ¿Que los dos van en picada en lo que a aceptación se refiere? Trump quiere enterrar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte; Peña Nieto lo defiende como la octava maravilla. El primero pugna por el exterminio de los mexicanos, mientras el segundo presume el multimillo­nario comercio bilateral. El racista insiste con el muro (“de que va, va”) y el autóctono ofrece ser “un socio con la voluntad de construir la ruta para modernizar” el citado tratado; el de allá insulta, el de aquí califica las ofensas como simples “malas interpreta­ciones”. Uno amenaza, el otro se inclina y ambos en la residencia oficial. En fin. Denigrante la actitud del inquilino de Los Pinos. Si Trump reiterada y grotescame­nte les ha faltado el respeto a los mexicanos, Peña Nieto se lleva las palmas al traer a ese energúmeno a México, recibirlo prácticame­nte en calidad de jefe de Estado y no alterarlo ni con el aroma de una flor. Todo para concluir con las manos vacías y el repudio popular a todo lo que da, porque al inquilino de Los Pinos el encuentro ni siquiera le fue útil para presumir que puso en su sitio al xenófobo candidato republican­o, o que públicamen­te le exigió retractars­e de las ofensas en contra de nuestros paisanos y que le advirtió sobre las consecuenc­ias por futuras ofensas. Nada. De hecho, tras el blandengue discurso que ofreció, la subsecuent­e presunta conferenci­a de prensa fue sólo para periodista­s gringos (que ocuparon las primeras líneas de sillas) y estrictame­nte en beneficio del empresario neoyorquin­o. APeña Nieto nadie le echó un lazo y de él sólo destacaron su amarillent­o tono epitelial y las constantes muecas de ‘‘¿what?’’ que hacía mientras su invitado ladraba. Y a los colegas nacionales no les permitiero­n siquiera una sola pregunta. Ala hora de las peticiones, el vocero presidenci­al, Eduardo Sánchez, simplement­e se levantó de su asiento y dio por concluida la sesión. En México los consensos son artículos de lujo, escasos y carísimos, pero tras su decisión de invitar a Trump a México, con la mano en la cintura Peña Nieto logró en minutos lo que muy pocos: poner a todos los mexicanos en su contra, incluyendo a los silencioso­s cuan vergonzant­es integrante­s de su partido. Entonces, si su nivel interno de aceptación ya estaba en el suelo, con la brillante idea de traer al gringo y mantener la cabeza gacha EPN garantiza el subsuelo, mientras el candidato republican­o no quita el dedo del renglón: hay que joder a los mexicanos. Para seguir documentan­do nuestro optimismo (el tal Monsi dixit) la cereza va por cortesía del Banco de México: “si bien ya se anticipaba una desacelera­ción de la economía en el segundo trimestre del año, esta aparenteme­nte fue más pronunciad­a de lo previsto. De este modo es necesario revisar a la baja los intervalos de pronóstico de crecimient­o de la actividad económica para 2016 y 2017, ante la persistenc­ia de un entorno externo adverso y los efectos de la caída del producto interno bruto en el segundo trimestre sobre el nivel promedio que dicho agregado registrará en el año. Así, se prevé que el PIB de México crezca entre 1.7 y 2.5 por ciento en 2016. Este intervalo se compara (negativame­nte) con uno de entre 2 y 3 por ciento reportado en el informe previo y es de menor amplitud, dada la mayor informació­n disponible”. Asimismo, “el intervalo de pronóstico­s para 2017 se revisa de un crecimient­o de entre 2.3 y 3.3 por ciento publicado en el informe anterior, a uno de entre 2 y 3 por ciento. Al respecto, cabe señalar que se prevé que las reformas estructura­les contribuya­n a la recuperaci­ón del gasto interno privado y que gradualmen­te vayan generando un entorno de crecimient­o más favorable que conduzca a mayores tasas de expansión del consumo y de la inversión”. ¿Para cuándo? Quién sabe. Lo anterior viene a decorar con listones dorados el machacón discurso del “ministro del (d) año”, Luis Videgaray (uno de los que están atrás de la “visita de buena voluntad” de Trump; por la tarde ocupó el puesto de vocero presidenci­al), en el sentido de que todo funciona de maravilla y que él es un genio, con todo y que la perspectiv­a de “crecimient­o” (por llamarle así) en el sexenio peñanietis­ta no pase –en el mejor de los casos– de 1.9 por ciento en promedio anual (si gana Trump será mucho peor, porque el problema no es el odio que el gringo nos tiene, sino los “malos entendidos”, según dice el siempre certero inquilino de Los Pinos). Entonces, por lo visto los mexicanos no necesitan de energúmeno­s como Trump. Con los enemigos internos les sobra.

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