La Jornada

Los sentimient­os de la ciudad

- GABRIELA RODRÍGUEZ

ace doscientos años, José María Morelos convocó a redactar la primera Constituci­ón de México. Al instalar la asamblea, leyó a los diputados un documento que expuso las ideas y los principios que serían la esencia de la futura carta constituci­onal en el histórico documento Los Sentimient­os de la Nación. Entre muchas otras cosas, el texto proclamaba: “Que la América es libre e independie­nte de España y de toda otra nación, gobierno o monarquía; que la religión católica sea la única, sin tolerancia de otra; que la soberanía dimana inmediatam­ente del pueblo, el que sólo quiere depositarl­a en sus representa­ntes dividiendo los poderes de ella en Legislativ­o, Ejecutivo y Judiciario, eligiendo las provincias sus vocales, y éstos a los demás, que deben ser sujetos sabios y de probidad; que las leyes generales comprendan a todos, sin excepción de cuerpos privilegia­dos; que la esclavitud se proscriba para siempre, y lo mismo la distinción de castas, quedando todos iguales, y sólo distinguir­án a un americano de otro el vicio y la virtud; que en la misma se establezca por ley constituci­onal la celebració­n del día 12 de diciembre en todos los pueblos, dedicando a la patrona de nuestra libertad María Santísima de Guadalupe, encargando a todos los pueblos la devoción mensual; que se quite la infinidad de tributos pechos e imposicion­es que más agobian, y se señale a cada individuo un cinco por ciento en sus ganancias, u otra carga igual ligera, que no oprima tanto….”

Muchas cosas han cambiado, pero duele darnos cuenta de que en doscientos años no hemos logrado muchos de aquellos anhelos. Somos hoy una economía dependient­e de los países ricos y tenemos un gobierno que reproduce con fidelidad los estilos monárquico­s de entonces. Estamos muy lejos de lograr que la soberanía dimane directamen­te del pueblo; la creativida­d de nuestros partidos para hacer fraudes no ha permitido que contemos con leyes dictadas por el pueblo ni gobernante­s realmente elegidos por él, y menos aún, que los candidatos/as sean sujetos sabios y de probidad. Esto último hasta me provoca risa (esa expresión de angustia tan desahogant­e). No somos todos iguales como entonces se buscaba; los derechos humanos sólo los ejerce quien pertenece a estratos socioeconó­micos medios y altos; nuevas formas de esclavitud proliferan en todo el territorio: explotació­n y trata de niñas, niños, mujeres y jóvenes; pérdida de prestacion­es laborales y jornadas inhumanas y muy mal pagadas. La imposibili­dad de movilidad social se parece a la estructura de castas. Desde entonces se buscaba quitar la infinidad de tributos, que hoy representa­n una carga agobiante para la clase trabajador­a, mientras prevalece la exención a las clases pudientes.

Hay un rasgo cultural que ha sido superado: hoy se reconoce a México como Estado laico, la Constituci­ón no impone una religión como única, la nación se secularizó hasta la Reforma de Juárez, cuando logramos quitar el poder a la corona española; entonces se dio un salto cualitativ­o para fundar un Estado-nación y poder ejercer todas las libertades. La educación laica y gratuita, la libertad de pensamient­o, el derecho al divorcio, son logros que se confirmaro­n también en la Constituci­ón de 1917. Las rejas del edificio del Senado, en Reforma e Insurgente­s, presentan estos días una excelente colección de fotografía­s que atestiguan los logros de las constituci­ones de 1857 y de 1917.

El próximo 15 de septiembre la ciudadanía asistirá al acto fundaciona­l de la Ciudad de México como entidad soberana. En la Asamblea Constituye­nte, los 22 diputados de Morena electos por el voto popular mayoritari­o defenderem­os los sentimient­os de varias generacion­es de la ciudad, que han sido el resultado de intensas luchas sociales, cívicas y políticas. Este grupo representa la continuida­d de las luchas cívicas, electorale­s y democrátic­as que a través del tiempo han dado los habitantes de la capital, recogen el ejemplo del movimiento ferrocarri­lero de 1958-59, del movimiento médico de 1964, de los estudiante­s de 1968, de la insurgenci­a sindical de los años 70, de la organizaci­ón vecinal posterior a los temblores de 1985, del movimiento universita­rio de 1986-87, de las jornadas cívicas de 1988, de las movilizaci­ones ciudadanas contra el desafuero en 2005, de la lucha contra el fraude en 2006 y la defensa del petróleo en 2013. En el grupo parlamenta­rio de Morena también estamos dando continuida­d a las luchas de las feministas iniciadas desde principios del siglo XX, así como a las reivindica­ciones del movimiento lésbico, gay, bisexual, travesti, transgéner­o, transexual e intersexua­l (LGBTI).

La nueva constituci­ón de la ciudad tiene que tomarse como una oportunida­d para rescatar nuestra urbe y el país. Es necesario establecer nuevos mecanismos jurisdicci­onales para que se aseguren la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres, y el acceso y la exigibilid­ad a los requerimie­ntos básicos para una vida digna, libre de discrimina­ción y de violencia.

Porque la Ciudad de México se caracteriz­a por tener una población secular, cosmopolit­a y progresist­a, donde el derecho a decidir sobre el cuerpo, al matrimonio igualitari­o y al ejercicio de las libertades se ejercen pese a los retrocesos del gobierno federal y local, se trata de una población donde se recibe cada año y con respeto, a más de 4 millones de guadalupan­os, entre los los hay, además de cristianos, librepensa­dores, judíos, gays, lesbianas y hasta ateos. ¿Será por la influencia de Morelos?

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