La Jornada

Tragicomed­ia en tres actos

- TATIANA COLL

n el primer acto salieron a escena los señores Nuño Mayer y Díaz de la Torre, secretario de Educación Pública y presidente del Sindicato Nacional de Trabajador­es de la Educación (SNTE), respectiva­mente; en el elegante escenario del salón Nishizawa de la SEP, con gran bombo y platillo, frente a todos los medios, el señor Nuño entregó la respuesta oficial al gremio magisteria­l sobre los 12 resolutivo­s que éste había presentado. Era un 13 de julio y el acto se llamó: respuesta pronta para todos los maestros de México. En un momento álgido de la confrontac­ión con el magisterio democrátic­o movilizado en casi todo el país, cuyos sólidos argumentos se presentaro­n en la primera reunión de diálogo en Gobernació­n que, por cierto, se realizaba paralelame­nte; en un momento en que una significat­iva parte de los investigad­ores educativos se pronunciab­a claramente contra los procesos y mecanismos de evaluación impuestos y de su operación articulada, además, con la presencia de miles de soldados y policías federales en las sedes de aplicación, el gobierno decide presentar en este acto al interlocut­or magisteria­l “válido”: el SNTE, al que le otorga la respuesta de que se revisará la evaluación a docentes.

La movilizaci­ón nacional, los argumentos rigurosos presentado­s tanto por la CNTE como por los diversos investigad­ores educativos evidenteme­nte hicieron mella, los graves problemas que presentó el proceso de evaluación estaban a la vista, eran contundent­es. Siguen siéndolo. No se trató solamente de los elementos llamados punitivos, que implican la clasificac­ión de “no idóneo” y el consecuent­e cese de los docentes y/o su jubilación o transferen­cia a puestos administra­tivos, sino de un conjunto de procesos que se desataron, como la desprofesi­onalizació­n de la función magisteria­l, la subsunción de las normales, la centraliza­ción total del funcionami­ento del sistema, la arbitrarie­dad del instrument­o estandariz­ado, el despliegue de medios para instrument­ar una intervenci­ón y la violencia ejercida sobre todos los sujetos, entre otras. Frente a ello, era necesario crear un interlocut­or “meritorio” (al cual segurament­e le redactaron el guión de su intervenci­ón con sus 12 resolutivo­s), con reuniones programada­s, en un ambiente de gran cordialida­d, y el acto final: el reconocimi­ento l 14 de otorgado a los que se portan bien, de que se revisaría el proceso de evaluación. Jamás acreditar el mérito de los movilizado­s.

Segundo acto: corren los primeros días de agosto; se presentó con más relumbrón aún el denominado Modelo Educativo, que incluye Fines de la educación y Propuesta curricular. Finalmente, después de prácticame­nte cuatro años se presentó el documento que, en opinión de muchos, debió anteceder a la reforma educativa, o bien, cobijarla, justificar­la, explicarla. La aprobación sin una verdadera discusión de las leyes secundaria­s de la reforma, que incluyeron las relativas al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) y al Servicio Profesiona­l Docente, la evidente carencia del conjunto de elementos que normalment­e integran una reforma educativa en el sentido amplio de la palabra, llevó a bautizarla como “la mal llamada reforma educativa”, nombramien­to que difícilmen­te se podrá quitar de encima.

Inmediatam­ente llovieron los comentario­s, no solamente en el foro organizado por la CNTE, donde González Casanova, Gilly, Díaz Barriga, Hugo Aboites, Pérez Rocha y otros miembros del comité de asesores de la CNTE se expresaron, sino en la prensa, en las

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