Receta para destruir un sindicato
e consigue un grupo de personas ajenas al centro laboral en número mayor a los trabajadores miembros del sindicato a destruir, para promover con ellos una votación y aparentar una nueva mayoría, logrando un cambio de representación gremial y, con ello, facilitar el desplazamiento de los empleados con derechos por otros carentes de toda protección.
Para lograr esta maniobra, el abogado de la empresa contrata a personajes que se dedican a regentear siglas sindicales que venden protección a las compañías. Ellos “trabajan” en grupos o bandas que rentan sus servicios para distintas actividades: golpeadores en conflictos laborales, desahucio de inquilinos en juicios de arrendamiento y también para asistir a votaciones emitiendo su sufragio en favor de la persona que los contrató. A los falsos trabajadores, el patrón los inscribe previamente en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), unos días antes de impulsar un juicio ante la Junta de Conciliación y Arbitraje, solicitando un recuento para cambiar la representación sindical del contrato colectivo. El día del recuento son citados los falsos trabajadores, la empresa exhibe sorpresivamente el registro del IMSS y nóminas elaboradas ex profeso y con ello se integra una supuesta mayoría para ganar la votación. Hoy, en nuestra ciudad, los expendedores de gasolina en la Estación Murcia (Plaza Inn), del Grupo CorpoGAS, denuncian una conducta patronal similar.
En la Ciudad de México existen 340 gasolineras. Los principales propietarios son el Grupo Hidrosina, de la familia Karam, con 60 estaciones compradas a Pemex-Codesa en la época de Carlos Salinas, y el Grupo CorpoGAS, con 35 estaciones propiedad de Ricardo Vega Serrador, dueño a su vez de restaurantes (El Castellano) y tiendas de conveniencia (GoMart); en el estado de México y Quintana Roo cuenta con 70 estaciones más, por ello ha sido llamado el Zar de las gasolineras. También es socio del Grupo Gerardo Desiderio Balcázar Cavero, firmante del contrato colectivo en la estación Murcia Plaza Inn, motivo del conflicto.
Las condiciones en las gasolineras forman parte de ese submundo laboral donde se priva a los trabajadores de sus derechos elementales. Se les conoce como “propineros”. A este sector pertenecen los vigilantes de los estacionamientos, empaquetadores en los supermercados o maleteros en los aeropuertos. Los patrones en las gasolineras, salvo excepciones, no sólo se niegan a pagarles salarios y prestaciones, sino que exigen una cuota por “derecho de piso” para permitirles laborar en la estación, si no lo aceptan les advierten que sobran otros hombres y mujeres que por necesidad hacen cola para trabajar en esas condiciones. También los obligan a firmar la recepción de un salario que no se les entrega y, adicionalmente, se les exige realizar gratuitamente servicios conocidos como “periféricos”, entre ellos venta de aceites, anticongelantes, líquido para frenos e incluso tortas.
En los últimos meses algunos empresarios, alegando los efectos de la privatización y los cambios de reglas, han acelerado la presión buscando abaratar aun más el costo de la fuerza laboral promoviendo que los litros de gasolina no sean exactamente de a litro (usted entiende); el Seguro Social sólo se otorga a unos cuantos trabajadores. Hay historias dramáticas de enfermedades y accidentes sin protección alguna, una de ellas la de Silvia Márquez, quien perdió las dos piernas a causa de un accidente provocado por un chofer de camión, que se las prensó al maniobrar de reversa. El patrón la dio de alta en el IMSS después del accidente para encubrir su responsabilidad. Silvia tiene varios años esperando el final de un largo juicio.
En la estación Murcia Plaza Inn se vivía un ambiente de tranquilidad laboral, con un patrón a quien apreciaban: