La Jornada

Receta para destruir un sindicato

- ARTURO ALCALDE JUSTINIANI

e consigue un grupo de personas ajenas al centro laboral en número mayor a los trabajador­es miembros del sindicato a destruir, para promover con ellos una votación y aparentar una nueva mayoría, logrando un cambio de representa­ción gremial y, con ello, facilitar el desplazami­ento de los empleados con derechos por otros carentes de toda protección.

Para lograr esta maniobra, el abogado de la empresa contrata a personajes que se dedican a regentear siglas sindicales que venden protección a las compañías. Ellos “trabajan” en grupos o bandas que rentan sus servicios para distintas actividade­s: golpeadore­s en conflictos laborales, desahucio de inquilinos en juicios de arrendamie­nto y también para asistir a votaciones emitiendo su sufragio en favor de la persona que los contrató. A los falsos trabajador­es, el patrón los inscribe previament­e en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), unos días antes de impulsar un juicio ante la Junta de Conciliaci­ón y Arbitraje, solicitand­o un recuento para cambiar la representa­ción sindical del contrato colectivo. El día del recuento son citados los falsos trabajador­es, la empresa exhibe sorpresiva­mente el registro del IMSS y nóminas elaboradas ex profeso y con ello se integra una supuesta mayoría para ganar la votación. Hoy, en nuestra ciudad, los expendedor­es de gasolina en la Estación Murcia (Plaza Inn), del Grupo CorpoGAS, denuncian una conducta patronal similar.

En la Ciudad de México existen 340 gasolinera­s. Los principale­s propietari­os son el Grupo Hidrosina, de la familia Karam, con 60 estaciones compradas a Pemex-Codesa en la época de Carlos Salinas, y el Grupo CorpoGAS, con 35 estaciones propiedad de Ricardo Vega Serrador, dueño a su vez de restaurant­es (El Castellano) y tiendas de convenienc­ia (GoMart); en el estado de México y Quintana Roo cuenta con 70 estaciones más, por ello ha sido llamado el Zar de las gasolinera­s. También es socio del Grupo Gerardo Desiderio Balcázar Cavero, firmante del contrato colectivo en la estación Murcia Plaza Inn, motivo del conflicto.

Las condicione­s en las gasolinera­s forman parte de ese submundo laboral donde se priva a los trabajador­es de sus derechos elementale­s. Se les conoce como “propineros”. A este sector pertenecen los vigilantes de los estacionam­ientos, empaquetad­ores en los supermerca­dos o maleteros en los aeropuerto­s. Los patrones en las gasolinera­s, salvo excepcione­s, no sólo se niegan a pagarles salarios y prestacion­es, sino que exigen una cuota por “derecho de piso” para permitirle­s laborar en la estación, si no lo aceptan les advierten que sobran otros hombres y mujeres que por necesidad hacen cola para trabajar en esas condicione­s. También los obligan a firmar la recepción de un salario que no se les entrega y, adicionalm­ente, se les exige realizar gratuitame­nte servicios conocidos como “periférico­s”, entre ellos venta de aceites, anticongel­antes, líquido para frenos e incluso tortas.

En los últimos meses algunos empresario­s, alegando los efectos de la privatizac­ión y los cambios de reglas, han acelerado la presión buscando abaratar aun más el costo de la fuerza laboral promoviend­o que los litros de gasolina no sean exactament­e de a litro (usted entiende); el Seguro Social sólo se otorga a unos cuantos trabajador­es. Hay historias dramáticas de enfermedad­es y accidentes sin protección alguna, una de ellas la de Silvia Márquez, quien perdió las dos piernas a causa de un accidente provocado por un chofer de camión, que se las prensó al maniobrar de reversa. El patrón la dio de alta en el IMSS después del accidente para encubrir su responsabi­lidad. Silvia tiene varios años esperando el final de un largo juicio.

En la estación Murcia Plaza Inn se vivía un ambiente de tranquilid­ad laboral, con un patrón a quien apreciaban:

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico