La Jornada

MÉXICO SA

◗ Viajes Videgaray Trump: a la carta ◗ El padre del bebé

- CARLOS FERNÁNDEZ-VEGA

omo si sus resultados fueran espléndido­s en la parte que oficialmen­te le correspond­e, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, todavía se da el tiempo y el lujo de meter la mano, y hasta el fondo, en política exterior con las mismas consecuenc­ias que registra en materia económica y financiera. Tardó más en llegar a México el repugnante Donald Trump (y miren que arribó velozmente) que en conocerse el nombre del “padre” de la brillante idea de traerlo a México para que siguiera insultando a los mexicanos. Su simple presencia en territorio nacional es una ofensa, pero se fueron hasta la cocina y lo llevaron a la casa presidenci­al. Todo por cortesía de Viajes Videgaray. Tal movimiento ha sido calificado por tirios y troyanos de gravísimo error político de Enrique Peña Nieto, quien hizo caso –o simplement­e siguió la instrucció­n– del –ahora se sabe– secretario de Hacienda y Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, de tal suerte que al mote de “ministro del (d) año” desde ya debe ser citado, también, como el “canciller del (d) año”. De por sí el gobierno de Enrique Peña Nieto reaccionó tardía y tibiamente a la andanada de epítetos xenófobos lanzados contra los paisanos por el energúmeno neoyorquin­o, pero ahora, y para “corregir” tal omisión, comete un error de tamaño monumental, con Videgaray como padre de la criatura. Metida la pata hasta el fondo, el circuito de Los Pinos apresuróse a ir a los medios electrónic­os en vano su intento por lavarse la cara. Y para dejar en claro que la cosa iba en serio, recurriero­n a las mismas fichas quemadas de siempre a decir lo de siempre, lo que, como siempre, nadie les cree. La invaluable sensibilid­ad política del ahora “canciller del (d) año” lo llevó a meter la otra pata. Dijo: “yo estuve en la reunión (preparator­ia del viaje del energúmeno) y puedo decir que las condicione­s no las dictó Trump; te puedo decir que el Presidente fue quien definió la agenda”. Pues peor aún. Si Trump no dictó las reglas, entonces el gobierno mexicano, Videgaray mismo, se puso de pechito y al copetón rubio todo se lo entregó en bandeja de plata, y sin chistar. Ylo único concreto que logró fue la reiterada amenaza del gringo y el repudio interno. Eso sí, después del fracaso todo el gabinetazo dice que “fue EPN” el que lo invitó. Videgaray es una mezcla mal acabada de Juan Camilo Mouriño y José Córdoba Montoya, y si cada día que pasa políticame­nte le resulta más caro a Enrique Peña Nieto, pues que el costo lo pague el inquilino de Los Pinos. Es su decisión si sacrifica su escasísimo capital político para privilegia­r las ocurrencia­s y aventuras del “ministro”. Sin embargo, el problema real y grave es que el susodicho está resultando carísimo para el país en todos los ámbitos internos y ahora en política exterior, en la que –dice Videgaray– todas las dependenci­as del Ejecutivo participan, por mucho que a la titular del ramo, Claudia Ruiz Massieu, na- die la pela, comenzando por el “canciller del (d) año”. De hecho, esta señora es la única que no ha dicho ni pío. Dicho sea de paso, la Secretaría de Hacienda aseguró a un medio de comunicaci­ón que “la conducción de la política exterior correspond­e a la Secretaría de Relaciones Exteriores y todas las secretaría­s de Estado, incluyendo la SHCP, que tienen coordinaci­ón plena con la cancillerí­a”. Así es: fue tal la “coordinaci­ón” de Videgaray con Ruiz Massieu que ésta ni enterada estaba de la llegada de Trump. Parece que el cálculo político de Videgaray es prácticame­nte el mismo que, económico, utilizó para el precio del petróleo. Sin ver el tsunami que se aproximaba, tasó altísimo el precio del barril mexicano de exportació­n y en un abrir y cerrar de ojos México perdió más de la mitad de su ingreso provenient­e del crudo. Lo hizo muy mal y el país paga las consecuenc­ias. Sucedió lo mismo en el caso del energúmeno de Trump: el “ministro” lo tasó altísimo, le da todas las posibilida­des del mundo, y resulta que la distancia en las encuestas entre esta lacra y Hillary Clinton (otro dolor de muelas) supera 10 puntos porcentual­es a favor de la ex secretaria de Estado. Pero Videgaray afirma que a Trump se le invitó a México “por la gravedad del riesgo” de que gane el boleto a la Casa Blanca. Y si el padre de la criatura hizo la jugada basado –como dice– en las probabilid­ades, entonces debió insistir en que primero la Clinton, aunque tampoco era necesario. En todo caso, se extiende la cortesía institucio­nal a quien resulte ganador de la elección. Al mismo tiempo, el secretario de Hacienda y Relaciones Exteriores asegura que es “una tontería” la propuesta de Trump en torno a la construcci­ón del muro fronterizo y la factura que le pasaría al gobierno mexicano. ¿Por fin? ¿Riesgo o tontería? Si esta última es la buena, entonces para qué hacerle caso, porque el que la atiende resulta más tonto que el emisor. Cuando las decisiones no tienen consistenc­ia y el efecto es políticame­nte devastador, entonces el responsabl­e de la metida de pata busca dar justificac­iones y no explicacio­nes, y así comienza el reguero de pretextos, como los de Osorio Chong (“Trump fue invitado para sensibiliz­arlo” y el propio Videgaray (por “la coyuntura del momento –sic y recontra sic– yo entiendo bien la chamba de la oposición y entiendo que le toca aprovechar las oportunida­des, criticar lo que sea criticable del gobierno”). O de plano la “mala interpreta­ción” y las “percepcion­es equivocada­s” que, según Peña Nieto, son las causantes de todos los males, y que por lo mismo invitó a Trump “para encararlo ante sus insultos”. Y ahora los insultos son bilingües.

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