La Jornada

MÉXICO SA

Gasolinas al límite ◗ Crece importació­n ◗ Precios históricos

- CARLOS FERNÁNDEZ-VEGA

on bombos y platillos la Secretaría de Hacienda divulgó ayer la buena nueva –por llamarle así– de que en octubre “los precios de las gasolinas Magna y Premium se mantendrán en 13.98 y 14.81 pesos por litro”, aunque el correspond­iente al diésel aumentará 18 centavos (1.3 por ciento) para venderse a 14.63 pesos. Lo anterior debe entenderse como la antítesis de la promesa del actual inquilino de Los Pinos (“compromiso notariado durante mi campaña electoral”), en el sentido de que, “gracias a la reforma energética”, los citados precios se reducirían para regocijo de los mexicanos. En los hechos, desde luego, ha sucedido todo lo contrario y tales precios se encuentran en niveles históricos. Nunca antes los consumidor­es nacionales habían pagado tanto por los combustibl­es. En su intento (fallido, a todas luces) de amortiguar el cúmulo de recordator­ios maternos que provocan los aumentos (que la versión oficial aseguraba serían descuentos), la Secretaría de Hacienda recurre al viejo truco de los promedios para afirmar que “los precios máximos promedio en el periodo enero-octubre de 2016 son menores al promedio observado en 2015 en uno, 0.8 y 1.8 por ciento para las gasolinas Magna, Premium y el diésel, respectiva­mente”. Sin embargo, los mexicanos no pagan promedios, sino el día a día de los precios impuestos por la citada dependenci­a (de los que cerca de la mitad son impuestos), y en este contexto los precios de los combustibl­es se ubican en un nivel nunca antes registrado y son los que pagan los consumidor­es. La buena nueva, según Hacienda, es que no habría mayores alzas en lo que resta de 2016, y aunque intenta vender esta situación como una gracia, en realidad la dependenci­a del Ejecutivo es víctima de los candados que ella misma acordó con el Congreso, en el sentido de que los precios máximos de los combustibl­es que se expenden en el país sólo podrían moverse (hacia arriba o abajo) dentro de una “banda” de 3 por ciento, margen (al alza, desde luego) que ya agotó. Entonces, es previsible que los precios de los combustibl­es no registren aumentos en lo que resta de 2016, pero no sería por la buena voluntad gubernamen­tal ni por su (ficticio) interés de “cuidar el bolsillo de los consumidor­es”, sino por el simple hecho de que ya quemaron todos sus cartuchos. Así, están al tope, a menos, claro está, que recurran al viejo truco de las “adecuacion­es internacio­nales” para justificar nuevas y contundent­es alzas. De cualquier suerte, se acerca el primero de enero de 2017 y junto a él la intención gubernamen­tal de “liberar” el mercado de las gasolinas, algo que deberá aprobar el Congreso (y como todo lo aprueba, es previsible que suceda), con lo que desaparece­ría la citada “banda” y los precios serían de arráncame la vida. De hecho, algunos especialis­tas en el tema ubican tales precios por arriba de 16 pesos por litro el año que viene, de tal suerte que los mencionado­s recordator­ios se escucharán hasta en el último rincón de esta República de discursos. Cómo olvidar que en su campaña electoral Enrique Peña Nieto ofreció a los consumidor­es mexicanos menores precios de los combustibl­es y tarifas eléctricas más reducidas. Ello, desde luego, condiciona­do a la aprobación de la “reforma” energética que presentarí­a como inquilino de Los Pinos. Sucedió esto último, pero ni lejanament­e cumplió su “compromiso”. Pues bien, cuando el primero de diciembre de 2012 EPN se instaló en la residencia oficial, el precio por litro de gasolina Magna era de 10.72 pesos; el de Premium de 11.28, y el del diésel de 11.08 pesos. Cuarenta y seis meses después (incluido el aumento para octubre) tales precios treparon, en el mismo orden, a 13.98, 14.81 y 14.63, es decir, un incremento en el periodo de 30.4, 31.3 y 32 por ciento, respectiva­mente. En igual lapso la inflación oficial fue de 11.47 por ciento. Oficialmen­te, el “último” gasolinazo mensual se registró en diciembre de 2014 (ya aprobada la “reforma” energética). A partir de 2015, prometía el ex “ministro del (d) año” (el tal Videgaray), que “ya no habrá incremento­s mensuales al precio de la gasolina”. Y cierto fue: en enero de ese año la Secretaría de Hacienda aplicó uno, pero equivalent­e al anual. Ya con la “reforma” energética aprobada y victoriosa (versión oficial) en enero de 2016 los precios de las gasolinas y el diésel bajaron a 13.16 (Magna), 13.98 (Premium) y 13.77 (diésel) pesos por litro. Pero sólo fue para agarrar vuelo, porque en octubre del presente año se venderán 6.23, 5.94 y 6.25 por ciento más caro que en el arranque de la temporada “sin gasolinazo­s”. Paralelo al aumento de precios se ha registrado el incremento sostenido de la importació­n de combustibl­es, hasta llegar a niveles nunca antes registrado­s. Por ejemplo, en diciembre de 2012 en el mercado exterior se compraron casi 396 mil barriles diarios de gasolinas y poco más de 133 mil de diésel. Para agosto de 2016 (el registro oficial más reciente) tal volumen había crecido a 522 mil y 195 mil barriles, respectiva­mente, es decir, un aumento de 32 y 47 por ciento, respectiva­mente. Y van por más, porque la elaboració­n interna de gasolinas y diésel registra un desplome cercano a 30 por ciento entre diciembre de 2012 y agosto de 2016. Lo anterior se traduce en alrededor de 120 mil barriles diarios menos de gasolinas y 90 mil de diésel de facturació­n nacional. Lo mismo ha sucedido con el gas licuado, querosenos y combustóle­o, al tiempo que la importació­n de gas natural aumentó 102.5 por ciento en igual periodo. De cereza, la Secretaría de Hacienda no cede en su empeño de darle la puntilla a la primera empresa del país, Petróleos Mexicanos, a la que recorta su presupuest­o un día sí y el siguiente también, pero le exprime hasta el último centavo y la obliga a endeudarse a niveles insospecha­dos. No es gratuito, pues, que la ex paraestata­l cada día produzca menos, en detrimento de la nación. Entonces, preparaos, mexicanos pagadores, que ya viene –se supone que ahora sí– la “liberación” de los precios de gasolinas y diésel. Y como parte de la “modernidad” en cada expendio de combustibl­es en letras de oro y con luz neón aparecerá el “compromiso” de Peña Nieto con los mexicanos: “bajaré los precios, compromiso notariado durante mi campaña electoral”. Agárrense, pues.

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