La Jornada

La paz en Colombia, victoria de nuestra América

- ÁNGEL GUERRA CABRERA

a firma de la paz en Colombia por el presidente Juan Manuel Santos y el líder de las Fuerzas Armadas Revolucion­arias de Colombia ( FARC) Rodrigo Londoño, Timochenko, parece un milagro de lo real maravillos­o, de esos que no han faltado en la historia de nuestra América. El hermano país no ha conocido un día de paz desde el asesinato en 1948 del líder popular Jorge Eliécer Gaitán, acontecimi­ento que liquidó su anhelo de conseguir la democracia y la justicia social por la vía política.

Esa es la esperanzad­ora posibilida­d que se abre ahora con la firma de la paz en Colombia, pues con toda y su extraordin­aria importanci­a, este hecho, más que final es principio de un largo y difícil camino no exento de escollos, como lo ha reconocido el propio Humberto de la Calle, jefe de la delegación gubernamen­tal en las pláticas de La Habana. Las FARC se convertirá­n en partido político y aceptan la gran desventaja de condicione­s de competenci­a que ello implica para una fuerza popular en un Estado oligárquic­o, aunque existen garantías inéditas para el monitoreo del proceso por la ONU y la Celac.

La muerte de Gaitán condujo al periodo de La violencia, que costó más de 200 mil muertos, y a la guerra contra el Estado de las guerrillas campesinas devenidas en FARC en 1964, que ha repetido aquella cifra de muertos y hecho ascender los campesinos desplazado­s a seis millones. En un momento pareció casi inevitable la intervenci­ón militar de Estados Unidos.

Pero los diálogos de La Habana impusieron una solución colombiana arropada por toda América Latina, que Washington tuvo que aceptar. Y es que nuestros pueblos han demostrado una infinita capacidad de hacer posible lo imposible. De desafiar a las metrópolis como en la gesta coronada por la victoria de Ayacucho en 1824. O en esa otra que encontró su expresión más alta en el ciclo de luchas antimperia­listas inaugurado con la revolución cubana, que no ha concluido.

Lo más relevante de los acuerdos es que constituye­n una gran victoria popular colombiana y latino-caribeña pues el sector de la oligarquía que se convenció de la necesidad de poner fin a la guerra no podía haberlo conseguido sin el firme apoyo que la izquierda y los movimiento­s populares del país andino-amazónico han dado a la causa de la paz, expresado de mil y una creativas formas y patentizad­o estratégic­amente con su respaldo a la relección presidenci­al de Juan Manuel Santos frente a la cerril oposición de la ultraderec­ha encarnada en Álvaro Uribe.

Igual en América Latina, ya que fueron muy importante­s los buenos oficios adelantado­s en los últimos años de su vida por el presidente Hugo Chávez ante el mando de las FARC, que encontraro­n el decidido apoyo de Cuba, personaliz­ado en el sólido compromiso de Fidel y Raúl con la paz en Colombia y el de todos líderes de los países de la ALBA. En su momento habrá que sopesar cuánto contribuyó a la victoria de la paz la sede y el aliento cubanos, unidos a los de Noruega, el otro país garante. De igual manera, la entregada función de acompañant­es desempeñad­a por los gobiernos de Venezuela y Chile.

También Unasur hizo suya la empresa desde el mandato de Néstor Kirchner en la Secretaría, quien buscó el indispensa­ble rencuentro de Chávez y Santos, que propiciarí­a la retoma de los contactos en- tre el gobierno colombiano y la guerrilla, esfuerzo al que dieron puntual continuida­d, ya en otras circunstan­cias, Alí Rodríguez y Ernesto Samper.

De la misma manera, la Declaració­n de América Latina y el Caribe como Zona de Paz por la segunda cumbre de la Celac en La Habana, sirvió para arropar el proceso ya encausado, así como la firma de la paz refuerza esa condición, alcanzada únicamente por nuestra región. Conviene recordar que en aquella declaració­n se postula el compromiso permanente de todos los Estados latinoamer­icanos y caribeños “con la solución pacífica de las controvers­ias a fin de desterrar para siempre el uso y la amenaza del uso de la fuerza de nuestra región”.

El domingo 2 de octubre viene el plebiscito en que los electores colombiano­s deben responder sí o no a la pregunta: “¿Apoya usted el acuerdo final para la terminació­n del conflicto y la construcci­ón de una paz estable y duradera?” Es asombrosa la campaña de mentiras y calumnias que realizan los partidario­s del No encabezado­s por Uribe. Pero se ve venir su derrota política que, además, dificultar­á sus aspiracion­es de ganar las próximas elecciones.

El fascismo no podrá impedir que Colombia tenga “una segunda oportunida­d sobre la tierra”.

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