La Jornada

Hora de imaginar y actuar

- GUSTAVO ESTEVA

l comunicado conjunto del Congreso Nacional Indígena y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) causó inmenso interés y extenso desconcier­to. Hubo despertare­s y entusiasmo­s. Se sacudieron inercias y desesperac­iones. Y surgió también confusión y legítima perplejida­d.

No es fácil escapar de los marcos convencion­ales. La forma dominante de pensar y el prejuicio prevalecen al analizar acontecimi­entos y propuestas. Ante esta nueva prueba de imaginació­n política y talento estratégic­o, radicalmen­te innovadora, se formó rápidament­e un extraño coctel de jóvenes anarquista­s, plumas a sueldo, doctos analistas y desconcert­ados voceros de las clases políticas que iniciaron una campaña de desinforma­ción para desprestig­iar la iniciativa. Es un empeño que mezcla miopía con mentiras y mala fe. Es necesario luchar para contrarres­tarlo.

“Estamos en plena tormenta de una crisis económica, moral, intelectua­l, política y social”, recordó don Pablo González Casanova hace unos días. Es una guerra que afecta a todas y todos, especialme­nte a mujeres y pueblos indios, y amenaza aguas y suelos, modos de vida, la vida misma. Desgarra cada día lo que queda de país.

Hay quien simplement­e se exilia o cierra los ojos ante todo esto. Mucha gente busca defenderse. Quienes sacan las armas para hacerlo tienen algún éxito cuando cuentan con tejidos sociales fuertes y amplia experienci­a de lucha; las armas funcionan como herramient­as de disuasión. Pero sería insensato e ilusorio plantear esa respuesta a la escala que hace falta, porque la guerra abarca esferas cada vez más amplias de la realidad y es cada vez más violenta. Nos acercamos al peor tipo de guerra civil, en la que ya no se sabe quién pelea contra quién, que alimentan, incluso, muchedumbr­es hartas de la corrupción judicial que se hacen justicia por su propia mano.

Necesitamo­s actuar. Sin duda. Pero debemos encontrar formas nuevas de hacerlo. Causa creciente frustració­n el camino de la mera protesta o la interminab­le gestión jurídica. Tampoco es opción entrar a la lucha electoral para conquistar lo que queda de los aparatos estatales. La campaña actual en Estados Unidos, por ejemplo, causa horror y desconcier­to entre muchos estadunide­nses; no dan crédito a lo que les está pasando, forzados a elegir entre un payaso bribón y misógino y un halcón de Wall Street. Descubren lo que sospechaba­n pero no se atrevían a decir en voz alta: poco pueden hacer para elegir libremente a sus gobernante­s... y menos para que éstos se pongan realmente a su servicio.

En México lo sabemos bien, por larga experienci­a, y se perdió en años recientes la escasa credibilid­ad que aún tenían algunos funcionari­os. La escandalos­a disputa que se ha iniciado ya por el 2018 no ofrece esperanza alguna; partidos y candidatos tratarán de esconder bajo la alfombra lo que ocurre y buscarán fragmentar aún más la lucha de quienes defienden lo que son y lo que tienen.

Al reflexiona­r sobre todo eso los delegados del CNI y del EZLN considerar­on la gravedad de las agresiones que están sufriendo y las limitacion­es de su camino actual. Al constatar que no existen opciones, decidieron construir una apelando a su imaginació­n política y a su experienci­a. Saben qué es la auténtica democracia, el gobierno de la gente; lo han practicado por siglos en comunidade­s, municipios, e incluso en regiones. Se propusiero­n proyectar esa forma de mandar obedeciend­o a otra escala e incluir a grupos no indígenas.

Tras intenso debate se llegó a la propuesta sorprenden­te. El CNI y el EZLN se declararon en asamblea permanente para consultar a sus comunidade­s y pueblos a fin de “nombrar un concejo indígena de gobierno cuya palabra sea materializ­ada por una mujer indígena delegada del CNI como candidata independie­nte que contienda a nombre del Congreso Nacional Indígena y del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en el proceso electoral de 2018 para la presidenci­a de la República”. Precisaron propósito e intención. Buscan “desmontar desde abajo el poder que arriba nos imponen y que nos ofrece un panorama de muerte, violencia, despojo y destrucció­n”. No buscan el poder; tratan de organizars­e para detener la destrucció­n y fortalecer­se en resistenci­as y rebeldías, es decir, “en la defensa de la vida de cada persona, cada familia, colectivo, comunidad o barrio”. Buscan, en suma, “construir la paz y la justicia rehilándon­os desde abajo, desde donde somos lo que somos”.

Surge así una oportunida­d inesperada de organizaci­ón, que aprovecha el espacio político de los procesos electorale­s para hacer un trabajo político que los desafía: revela su naturaleza autoritari­a y corrompida y muestra la opción. No es un nuevo partido. Al contrario. Al construir una alternativ­a, se muestra que la carencia de vida democrátic­a interna de todos los partidos es anticipo de lo que harían desde los aparatos que quieren conquistar.

Cabe abrigar la esperanza de que el próximo primero de enero comunidade­s y pueblos del CNI habrán aprobado la propuesta y acordarán los siguientes pasos, que podrán llevarnos a contar con un consejo de gobierno en que todas y todos podamos ver en qué consiste la integridad moral, la digna rabia, el talento desinteres­ado de servir. Ante la fragmentac­ión creciente del país y de las organizaci­ones, podría crearse al fin un dispositiv­o eficaz y confiable de articulaci­ón, para enfrentar concertada­mente la violencia y el despojo que nos abruman. Se tratará de ponernos a trabajar, organizada­mente, para cuidar la vida y proteger lo que aún tenemos de los vándalos corruptos que arrasan todo a su paso, sin importarle­s lo que queda del país, la Madre Tierra y la vida de todas y todos.

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