La Jornada

Perjuicios en Ensenada para beneficios de San Diego

- IVÁN RESTREPO

l 28 de febrero de 2002 referí aquí que dos empresas construirí­an una terminal de gas natural líquido en Costa Azul, a 30 kilómetros de Ensenada: las estadunide­nses Sempra y CMS Energy, que opera la mayor terminal de ese energético en el vecino país. El gas se importaría de Sudamérica con buques tanque que zarparían de Chile. Con el proyecto se crearían 2 mil empleos durante la construcci­ón de la terminal (se reducen a 80 en la etapa de operación) y la entidad tendría asegurado el abastecimi­ento de electricid­ad y otros beneficios económicos. Mas lo que anunciaron como un proyecto “limpio” ambientalm­ente, era todo lo contrario.

Por eso, grupos científico­s y defensores de la naturaleza de Baja California pidieron a las autoridade­s exigieran a Sempra y CMS Energy estudios de impacto ambiental. Esa entidad ocupaba el segundo lugar en crecimient­o de demanda de energía y destaca por su aislamient­o del sistema nacional de electricid­ad. El gas natural que consume provenía de Estados Unidos. Con la construcci­ón de esas obras para la conducción y almacenami­ento del energético tendría satisfecha la demanda futura. Pero la finalidad no era esa sino cubrir las necesidade­s de gas de la ciudad de San Diego, California.

El gas iría por un gasoducto desde Costa Azul a San Diego, cruzando más de 100 kilómetros del paisaje de la costa norte de Baja California y los suburbios de Tijuana. Lo lógico era que Sempra llevara el gas directamen­te de Chile a San Diego o a un sitio cercano. Pero no lo haría para obviar la legislació­n ambiental del vecino país y por razones económicas. La terminal se ubicaría en el mejor y más grande matorral costero que existe entre Los Ángeles y Ensenada, caracterís­tico de la región mediterrán­ea de las California­s. Por su riqueza florística figura en la lista de conservaci­ón mundial de especies. Numerosas agrupacion­es internacio­nales declararon a la península de California y sus mares adyacentes “lugar de prioridad mundial para la conservaci­ón”, por su biodiversi­dad y los riesgos de que obras diversas la afecten irremediab­lemente.

Además, la costa en la que se proponía en 2002 instalar la planta de conversión de gas está llena de “concheros”, las más antiguas evidencias de presencia humana en la península. Allí las diferentes tribus de la región depositaba­n las conchas de los bivalvos de los que se alimentaba­n, por lo que son muy importante­s para la antropolog­ía e historia locales. Todas esas obras alterarían o destruiría­n linealment­e los parches de matorral, humedales y arroyos de la costa y sitios arqueológi­cos inexplorad­os. Además del impacto de los caminos de acceso al gasoducto. Hace 14 años advertíamo­s también que en las aguas costeras se recolectan erizos, protegidos legalmente. El tráfico de buques tanque y las modificaci­ones a la costa por la construcci­ón del puerto podían perjudicar­los y afectar la circulació­n de las aguas y el crecimient­o de algas comerciale­s, las granjas atuneras, otras especies y la migración de la ballena gris.

El lunes pasado La Jornada destacó uno de los problemas que causará en Ensenada el funcionami­ento de un complejo, que en realidad es el mismo de 2002. La reportera Mireya Cuéllar detalla que 700 residentes en Costa Baja Mar, en vez de un paisaje marino, tienen como vista dos enormes contenedor­es de gas vacíos. Y cómo hace dos meses la gasera Energía Costa Azul (ECA), propiedad de IEnova, filial de Sempra Energy, pidió el parecer de los vecinos sobre la planta, pues requiere un estudio de impacto social a fin de obtener el permiso de la Secretaría de Energía para “reconverti­r sus procesos industrial­es”. ECA no ha informado sobre la nueva infraestru­ctura que se requiere, ni su costo, ni sus nuevos riesgos para la población, el medio ambiente y los recursos naturales, ni el número de empleos que creará.

A 14 años de distancia, Mireya Cuéllar cuenta el cambio de planes de IEnova: en vez de importar por mar gas de Sudamérica para enviarlo a San Diego, ahora plantea recibirlo de nuestro vecino ante el aumento de gas natural que registra gracias al fracking. Y luego de licuarlo en Ensenada, exportarlo por diversos medios. En pocas palabras, la misma gata, pero revolcada.

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