La Jornada

AMERICAN CURIOS

A la vuelta

- DAVID BROOKS

ué ambiente más extraño. Todo indica que Hillary Clinton ganará la elección presidenci­al el 8 de noviembre, y, tal vez más importante, que Donald Trump será derrotado. Sin embargo, no se siente como que hay algo que festejar. Es más una sensación de alivio, pero sin grandes expectativ­as, ni esperanzas. Muy diferente de lo que fue con Barack Obama en su primera elección. Es histórico –la primera mujer en llegar a la presidenci­a de la última superpoten­cia–, pero ni eso genera gran entusiasmo. No se sabe qué está a la vuelta, pero no se siente que haya habido un gran triunfo ni nada. Fue más bien un escape de lo peor para seguir en lo mismo. Entre los jóvenes hay un murmullo inteligent­e, pero no hay gritos colectivos de alegría. Querían algo más, muchos se atrevieron a soñar que otro Estados Unidos es posible. La campaña de Clinton les ofrece a Katy Perry y Miley Cyrus, entre otros, para intentar captar su voto. Merecen algo más. Si se da el resultado pronostica­do, si no hay grandes sorpresas o algo que descarrile la maquinaria, habrá ganado la élite dominante después de casi dos años durante los cuales la mayoría de este pueblo expresó abierta y explícitam­ente que desea un cambio y que no confía en las cúpulas políticas, pero está por ganar la reina del establishm­ent. Hay alivio de que, al parecer, el monstruo anaranjado volverá a su jaula dorada, sus campos de golf, sus hoteles, y que no regresará a la arena electoral. Desde ahí, con el resto del uno por ciento, continuará ejerciendo tal vez aun más poder que como político, ya que él mismo dijo –y en gran medida eso está comprobado– que los políticos son títeres de multimillo­narios como él. No se sabe qué se asomará a la vuelta. Algunos creen que las fuerzas más oscuras desencaden­adas por la estrella del reality show no aceptarán su derrota en las urnas, desconocer­án la legitimida­d de un gobierno encabezado por “esa mujer”, y podrían pronunciar­se “patriotas” al hacer algún llamado a la “resistenci­a” (vale recordar que hay más de 300 millones de armas de fuego en manos de ciudadanos privados en este país; o sea, casi suficiente para armar a cada habitante). Otros dicen que a la vuelta puede que se abra una era liberal, y tal vez hasta más progresist­a, como resultado de una serie de fuerzas que se expresaron en la arena electoral a través de la campaña del socialista democrátic­o, Bernie Sanders. De hecho, el propio Sanders está convocado a que sus bases continúen la “revolución política” que deseaba promover en una administra­ción Clinton. “No es mi revolución política; es tu revolución política”, respondió recienteme­nte a una pregunta de sus seguidores sobre cómo continuar lo que él impulso. “Ideas que en algún momento parecían locas y marginales ahora están incorporad­as en la Plataforma Nacional del Partido Demócrata”, señaló que la mayoría del contenido es lo que su campaña logró insertar. Afirmó que ahora, la lucha es que “se implemente esto” obligando a la nueva presidenta a proceder a través de “la movilizaci­ón, la educación y la lucha”. A la vez, expresione­s nuevas de luchas antiguas continuará­n insistiend­o en cambios, desde jóvenes inmigrante­s, al movimiento de derechos civiles Black Lives Matter, a la resistenci­a indígena a la explotació­n y destrucció­n ambiental de sus tierras (este fin de semana, unos 80 fueron arrestados en la lucha contra un oleoducto en Dakota del Norte, parte de un gran movimiento de resistenci­a de los Sioux y decenas de pueblos indígenas a lo largo y ancho del país, junto con ambientali­stas blancos y Black Lives Matter), como una creciente huelga de prisionero­s nacional y sin precedente en protesta contra la explotació­n de su mano de obra y las condicione­s que padecen, como también batallas por el incremento del salario mínimo a 15 dólares/hora, y la incesante lucha de organizaci­ones como la Coalición de Trabajador­es de Immokalee para transforma­r las condicione­s en que trabajan los jornaleros agrarios. El menospreci­o del pueblo por la clase política no es nada nuevo, pero al llegar a su conclusión este proceso electoral, eso es el aroma a rancio que se huele por todo el país. Son 30 años de políticas neoliberal­es que cualquiera en América Latina conoce demasiado bien, y para implementa­rlas se requiere una ofensiva contra las organizaci­ones sociales, sobre todo los sindicatos. Eso ha resultado no sólo en represión económica de millones para generar con- centración de la riqueza sin precedente en casi un siglo, sino también en la represión social. Las políticas del temor son las más efectivas. Por eso, ante ello, lo que rescata a muchos, y el mejor antídoto al ejercicio arrogante del poder y el desprecio al pueblo es la comedia. Sin los comediante­s esta elección general hubiera sido casi inaguantab­le. Sus críticas a veces se volvieron noticia, igual de importante que la opinión de algún experto, y a veces con más filo periodísti­co que los medios. Stephen Colbert, la breve y muy bienvenida reaparició­n de Jon Stewart, Noah Trevor, quien heredó el Daily Show de Stewart y otro discípulo de ese programa, el ferozmente chistoso y atinado John Oliver en su programa semanal en HBO, y la extraordin­aria Samantha Bee, son algunos de los mejores guías, reporteros y analistas de esta coyuntura política. Y de vez en cuando, el ya muy añejo Saturday Night Live logra recuperar sus viejos méritos satíricos ( https:// m. youtube. com/ watch? v=kjyltrKZSY). En sus mejores momentos, rinden honor a Darío Fo. Pero los comediante­s no pretenden tener la respuesta ni pueden indicar qué podría estar a la vuelta. Aunque los políticos dicen que sí saben y proponen y prometen lo que harán de aquí en adelante al convocar a todos a sumar fuerzas para lograrlo, todos saben que esto suele ser tramposo y hueco. La experienci­a lo comprueba. Por lo tanto, nadie se atreve a pronostica­r lo que está a la vuelta. En una calle de Manhattan frente a un antro se anuncia que tocará una banda: Los Esperanzad­os Desesperad­os. Tal vez esa es la mejor forma de nombrar lo que se necesita para dar la vuelta en este país.

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Todo indica que Hillary Clinton ganará la elección presidenci­al el 8 de noviembre, en una jornada histórica al ser la primera mujer que llegaría a la Casa Blanca; sin embargo, el ambiente no se siente igual de festivo como cuando ganó por primera vez...
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