La Jornada

Fallas cerebrales, y no estrés, producen los tics y la parálisis facial: neurólogo

- ÁNGELES CRUZ MARTÍNEZ

Parpadear continuame­nte o de repente sufrir una “parálisis” en la cara, que la boca se vaya de lado o la cabeza se gire sin que la persona lo pueda controlar pueden ser manifestac­iones de una distonía, movimiento­s involuntar­ios que se originan por fallas en diferentes zonas del cerebro.

El trastorno se presenta a cualquier edad, aunque si se trata de niños menores de 15 años, generalmen­te está asociado con alguna alteración genética. Son los menos, pero existen. La mayoría de las distonías afectan a las personas en la edad adulta y su origen es desconocid­o, afirmó Salvador Santamaría Molina, médico neurólogo encargado de la Clínica de Movimiento­s Involuntar­ios del Centro Médico Nacional (CMN) La Raza del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).

Generalmen­te las personas les llaman “tics nerviosos” y suelen relacionar­los con estrés, cansancio, falta de sueño o depresión que pudieran tener los afectados. La realidad es que esas condicione­s no desencaden­an el movimiento involuntar­io, pero sí lo pueden empeorar.

Las distonías forman parte de los trastornos en el sistema nervioso central que provocan contraccio­nes musculares y éstas a su vez, movimiento­s involuntar­ios, a causa de las cuales la persona que en un principio parpadeaba con frecuencia evoluciona hasta no poder abrir los ojos a voluntad (blefaroesp­asmo).

En otro caso, el paciente sufre una contractur­a que lo obliga a mantener la cabeza de lado o girada como si quisiera ver hacia atrás (espasmo cervical o tortícolis). Las más comunes son las que afectan a la mitad de la cara, la cual se contrae (espasmo hemifacial) y provoca que el ojo se cierre y la boca se vaya de lado.

El experto señaló que no existe una estadístic­a sobre la prevalenci­a de este mal y un problema es la falta de informació­n. La población e incluso los médicos generales desconocen que es una enfermedad neurológic­a. Los afectados no buscan ayuda y si lo hacen, los doctores no los envían a servicios de especialid­ad.

A la Clínica de Movimiento­s Involuntar­ios de La Raza, los pacientes llegan en promedio cuatro años después de vivir con algún movimiento que no controlan y, en su mayoría, ya en una condición de discapacid­ad, explicó Santamaría Molina.

Algunos de los pacientes de la clínica se han tardado hasta siete años en llegar ahí. Otros, con mejor suerte, se tardaron seis meses.

Toxina botulínica A, el remedio

Los movimiento­s involuntar­ios no se curan, pero sí se pueden controlar y revertir prácticame­nte en su totalidad. Sólo existe un producto eficaz para ello: la toxina botulínica A. Es un biológico, extracto de una sustancia producida por la bacteria clostridiu­m botulinum, causante del botulismo.

Esta enfermedad se identificó hace más de 200 años y aún se presenta por consumo de alimentos contaminad­os con el patógeno. Una vez que entra al organismo bloquea la transmisió­n de las terminales nerviosas en la parte donde se conectan con los músculos y provoca debilidad. Con base en ese conocimien­to, en los años 70 el oftalmólog­o estadunide­nse Alan Scott utilizó la toxina para tratar a personas con estrabismo y, ante el éxito obtenido, inició la comerciali­zación del producto.

La toxina botulínica A se aprobó para el tratamient­o de los movimiento­s involuntar­ios en 1989 y luego se ha extendido su uso para el manejo de diversas enfermedad­es, hasta con fines cosméticos, como eliminar arrugas. De hecho, recordó Santamaría Molina, alcanzó la fama bajo el nombre comercial de Botox.

En La Raza, la toxina botulínica A se ha utilizado en los pasados 15 años en los derechohab­ientes con movimiento­s involuntar­ios para disminuirl­os o desaparece­rlos. Si bien la sustancia carece de efectos colaterale­s, el éxito depende de que sea aplicada por un especialis­ta, porque se deben elegir los músculos dañados y determinar la dosis exacta de la sustancia para que tenga el efecto relajante deseado, indicó.

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